EFE-EL VATICANO
Sacando fuerzas de flaqueza, Juan Pablo II celebró ayer su noveno
consistorio, en el que entregó el capelo cardenalicio a 30 nuevos
purpurados y mantuvo en secreto el nombre de otro, lo que dio vida
al Colegio cardenalicio más numeroso de la historia, del que puede
salir su sucesor.
Por primera vez, Juan Pablo II no impuso el capelo cardenalicio a los purpurados, que es uno de los gestos más importante de la creación del cardenal, sino que se los entregó y ellos mismos se lo colocaron.
El pequeño cambio de ritual se decidió para no fatigar demasiado al anciano Papa, que ayer tampoco leyó párrafo alguno de la homilía, la segunda vez que ocurre en sus 25 años de Pontificado.
Al igual que el último domingo, cuando beatificó a la Madre Teresa de Calcuta, y debido a sus cada vez mayores problemas para hablar, la homilía fue leída en su totalidad por el «número tres» del Vaticano.
No obstante, Juan Pablo II, al que en algunos momentos se vio sonreír, pronunció en latín la fórmula de creación de los cardenales. El pontífice destacó que los nuevos cardenales provienen de los cinco continentes (de 17 países), de diferentes razas y culturas, y que resaltan la unidad de toda la grey de Cristo con la Cátedra del Obispo de Roma.El papa Wojtyla subrayó que el color rojo púrpura que visten evoca el de la sangre y recuerda el heroísmo de los mártires. El rito, celebrado en una plaza de San Pedro bellamente adornada con miles de flores rojas, amarillas y ramos multicolores, concluyó con el intercambio del beso de la paz. hoy, en una misa solemne, el Papa les entregará el anillo, el otro signo del cardenalato.