El heredero del trono italiano, Víctor Manuel de Saboya, llegó ayer a Nápoles en un viaje que supone su regreso formal a Italia, tras su fugaz visita en diciembre pasado al Vaticano. Esta visita puso fin a más de cinco décadas de exilio. El avión privado en el que viajaba Víctor Manuel, acompañado de su esposa Marina Doria y de su hijo, el príncipe Manuel Filiberto, aterrizó a las 14'00 horas en el aeropuerto napolitano de Capodichino procedente de Ginebra, localidad en la que reside la familia real.
A su llegada fueron acogidos por un nutrido grupo de monárquicos, aunque no hubo representación oficial del Gobierno italiano, ya que los miembros de la familia real son considerados simples ciudadanos. Sin embargo, también fueron recibidos por un grupo de jóvenes ciudadanos contrarios a su regreso que portaban pancartas en las que se podía leer slogans como «La realeza no cambia». Los Saboya tienen previsto pasar en la ciudad mediterránea todo el fin de semana con una apretada agenda de actos y encuentros que incluyen una misa en la Catedral y la visita a una fundación benéfica, entre otros eventos, antes de regresar mañana a su residencia de la ciudad suiza.
El viaje tiene un fuerte componente emotivo, ya que fue desde el puerto de Nápoles desde el que el hijo del último rey de Italia, Humberto II, partió al exilio en 1946. Desde el pasado 10 de noviembre, Víctor Manuel, de 66 años e hijo de Humberto II, y su hijo fueron autorizados a viajar al país como simples ciudadanos, tras la reforma constitucional aprobada por el Parlamento que derogaba el exilio impuesto a los varones de la familia real en 1948 por su colaboración con el régimen fascista y dictatorial de Benito Mussolini. La familia real ya hizo, sin anuncio previo, un viaje relámpago al Vaticano el pasado 23 de diciembre del año pasado, en el que aprovecharon para encontrarse con el Papa Juan Pablo II y mantener un breve encuentro con la prensa.