La muerte ayer del «patrón» histórico de Fiat, Giovanni Agnelli, aumenta la expectación sobre la suerte del Grupo automovilístico, acuciado por la crisis, y abre diversas hipótesis acerca del protagonismo que tendrán sus sucesores en la evolución de la firma.
La grave enfermedad que ha acabado con su vida mantuvo a Agnelli apartado de la actividad cotidiana de Fiat en el último año, a pesar de que era presidente honorario desde que abandonó la presidencia ejecutiva en 1996. Este último año ha sido el de la constatación de la gravedad de una crisis que empezó a gestarse en ejercicios precedentes y que ha puesto al Grupo en una difícil situación, que provocó que la dirección decidiese a finales de 2002 llevar a cabo un drástico recorte de la producción y un recorte de 8.100 puestos de trabajo.
Nacido en Turín en 1921, Giovanni Agnelli perdió a su padre a los 15 años y desde entonces vivió bajo la sombra alargada de su homónimo abuelo, que había fundado Fiat en 1899 y que acabó pasándole la corona.
En Fiat entró al finalizar la Segunda Guerra Mundial como vicepresidente, cuando los destinos de la Fabrica Italiana de Automóviles de Turín los regía con mano de hierro un «general» contratado por su abuelo, Vittorio Valetta. El Avvocato aterrizó con todas sus consecuencias en Fiat en 1963, año en el que se convirtió en administrador delegado para pasar a ser el presidente en 1966. Comenzó entonces la expansión de la compañía en otros ámbitos de la industria.
La noticia de su muerte ha conmocionado a todos los sectores de la sociedad italiana, y también a los Reyes de España, que ayer mandaron un telegrama a su viuda para expresar su pésame.