El papa Juan Pablo II dijo ayer que estaba «profundamente afectado» por los escándalos sexuales y de pederastia por obispos y sacerdotes estadounidenses y subrayó que la pederastia es «un crimen y un pecado». El Pontífice también expresó su solidaridad con las víctimas y los familiares de éstas, pidió a los culpables que «se purifiquen» y aseguró que la Iglesia estadounidense se ha equivocado a la hora de manejar esta crisis, «tal vez por un desconocimiento del tema y por los consejos dados por expertos clínicos al respecto».
Estas manifestaciones fueron hechas por Juan Pablo II en el discurso que dirigió a los cardenales de EE UU, llamados por él al Vaticano -donde se reunieron ayer y proseguirán mañana para buscar una salida a estos escándalos sexuales protagonizados por curas y obispos y que han colocado a la Iglesia de EE UU en el punto de mira de las críticas de la opinión pública. Presidiendo una reunión a la que jamás habría querido asistir, Juan Pablo II afirmó ante trece cardenales de EE UU, siete de la Curia Romana y cuatro arzobispos, que estaba «profundamente afectado» por el hecho de que curas y prelados que tenían que haber guiado a los fieles a vivir en santidad «hayan causado tantos sufrimientos y escándalos» a los jóvenes.
El obispo de Roma agregó que abusar sexualmente de los jóvenes es «síntoma de la grave crisis que afecta no sólo a la Iglesia sino a toda la sociedad» y aseguró que las primeras víctimas de esta «profunda crisis» son los jóvenes y sus familias. La reunión, celebrada a puerta cerrada, la abrió el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano. Durante la jornada de ayer hablaron el presidente de la Conferencia Episcopal de EE UU, Wilton Daniel Gregory, cardenales de ese país, el cardenal Dario Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, y los otros purpurados de la Curia asistentes. A la reunión ha asistido un número importante de cardenales de la Curia lo que subraya la importancia que el Vaticano da a este encuentro.
Por otra parte, un sacerdote católico polaco de 44 años ha sido acusado de violar a un hombre de 60 años, delito por el cual podría ser condenado a diez años de cárcel. Durante una comida, borracho, el cura forzó a su víctima a mantener «relaciones sexuales» después de golpearla, el hombre fue tirado al suelo en donde recibió varias patadas en el tórax causandole la fractura de una costilla. El religioso también es sospechoso de «haber amenzado con la muerte al hombre si denunciaba el hecho».