Karol Wojtyla dio por finalizado el Año Jubilar ayer con el cierre de la Puerta Santa del Vaticano, atravesada por millones de peregrinos en los últimos doce meses. El Papa presidió una ceremonia, iniciada a las 9.30 horas, consistente en el rito del cierre de la Puerta Santa y de una Eucaristía.
El Año Santo tuvo su momento culminante en el viaje histórico del Papa a Tierra Santa. El rito principal estuvo encabezado por un cortejo compuesto por representantes de los cinco continentes. El Pontífice, a la cabeza del cortejo, participó en el cierre de la Puerta Santa con la misma alegría que en la ceremonia de la apertura, hace un año, porque «nada se cierra; la Puerta que se cierra es sólo un comienzo, el principio de una vida nueva para los hombres y para su historia».
Wojtyla se arrodilló ante la Puerta Santa y rezó en latín, ante el silencio emocionado de los miles de personas que acudieron a San Pedro. A continuación, Juan Pablo II cerró la Puerta, que no se abrirá de nuevo hasta dentro de 25 años, y la multitud prorrumpió en clamorosos aplausos. La Plaza de San Pedro del Vaticano se encontraba llena hasta la mitad.
Tras el cierre de la Puerta, el Santo Pedro se dirigió al altar, situado en lo alto de la escalinata que conduce a la Basílica, para oficiar la Misa de clausura del Jubileo. Las palabras de Wojtyla durante la Homilía fueron muy fuertes y emotivas, suscitando, en varios ocasiones, los aplausos de la multitud. El Pontífice pidió a los presentes, en un mensaje extendido a todos los católicos, que «abran sus puertas a Cristo, es más, que abran sus puertas de par en par». «Es el momento de mirar hacia adelante, cuando se encuentra a Cristo es necesario vivir la alegría de la intimidad con Él», aseguró Juan Pablo II.