«Es un deber que me refiera a la bien conocida manifestación que se ha celebrado en Roma. En nombre de la Iglesia de Roma, expreso amargura por la afrenta al Gran Jubileo del Año 2000 y por la ofensa a los valores cristianos de una ciudad que tanto quieren los católicos de todo el mundo», dijo Juan Pablo II durante el Àngelus ante más de 30 mil personas reunidas en la plaza de San Pedro.
Sin nombrar directamente la marcha de homosexuales y lesbianas que reunió el sábado en Roma a unas 200 mil personas, Juan Pablo II manifestó que la Iglesia «no puede callar la verdad», porque no sería fiel a Dios Creador «y no ayudaría a discernir lo que está bien y lo que está mal». «Quisiera limitarme a leer lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica, que destaca que los actos homosexuales son contrarios a la ley natural», subrayó el Pontífice. Después agregó las palabras del Catecismo: «Un número no despreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales de profundas raíces. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayor parte una prueba. Por ello deben ser acogidos con respeto, compasión, delicadeza. Contra ellos se evitará cualquier injusta discriminación».
Juan Pablo II agregó que los homosexuales están llamados a cumplir la voluntad de Dios y, «si son cristianos, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar debido a sus condiciones». La marcha del día del orgullo gay, que discurrió el sábado por el centro de Roma sin incidentes, originó una fuerte polémica, que vio cómo se enfrentaron verbalmente los partidos de derechas e izquierda y la Iglesia católica sobre la oportunidad o no de celebrar esta manifestación de homosexuales y lesbianas de todo el mundo en Roma durante el actual Año Santo».