El Tratado de Prohibición de las Minas Antipersona entra en vigor hoy gracias a la presiones humanitarias, pero sin la ratificación de Estados Unidos ni de ninguno de los grandes países productores de estas armas, que mutilan o matan a un civil cada 20 minutos, 26.000 anualmente.
La implicación de la princesa Diana y su interés por las víctimas de este «arma de cobardes», así como el premio Nobel de la Paz 1997 Jody Williams, coordinadora de la Campaña Internacional contra las Minas Antipersona, contribuyeron a la adopción del documento en diciembre de 1997 en Ottawa.
Firmado por 132 estados, el tratado es obligatorio para los 65 países que hasta ahora lo han ratificado y se comprometen así a «prohibir el uso, el almacenamiento y la producción de minas antipersona» y «a proceder a su destrucción».
Sin embargo, la decisión de Estados Unidos de no adherirse al tratado argumentando la necesidad de proteger a sus soldados en la línea de demarcación de las dos Coreas, aleja las esperanzas de que se lo adopten próximamente países como Rusia, China, India, Irak, Irán o Israel.