De joven ya jugaba con recortables de casas, hacía maquetas y también le encantaba dibujar. Tenía muy claro a qué quería dedicarse profesionalmente. Agustí Buades (Palma, 1954) ha sido el arquitecto municipal de Sant Llorenç los últimos 43 años. Ahora, tras cumplir 70 años, le ha llegado el turno de la jubilación. Comienza una nueva etapa con mucha ilusión. El Ajuntament le ha hecho esta semana un pequeño homenaje por su labor durante más de cuatro décadas.
Más de 40 años dan para mucho...
—Sí. 43 años se dice rápido. He tenido siete alcaldes y con todos me he llevado muy bien. En febrero he cumplido los 70 años y me ha llegado la hora de la jubilación. Me llevo muy buenos recuerdos y muchas amistades.
¿Dónde cursó sus estudios?
—Estudié en la Universidad de Sevilla en 1970. Tras acabar tuve que hacer el servicio militar. Me llevaron a Marina y me pidieron si quería ser alférez o sargento. Ya que podía elegir dije: quiero ser alférez. Entonces hice un examen técnico, lo aprobé y entré en el cuerpo de ingenieros. Como fui el número 2 de la academia pude trasladarme a Palma y estuve allí seis meses. Se cobraba como alférez 45.000 pesetas. Era mucho dinero. Empecé a hacer prácticas de arquitecto en un despacho con Bartomeu Blanch. Me comentó que había una circular del colegio de arquitectos que necesitaban un profesional para el Ajuntament de Sant Llorenç. Entregué el currículum y me cogieron. Empecé a trabajar el 15 de marzo de 1981. Hasta ahora.
¿Cómo se encontró todo? Imagino que hace 40 años no tenía nada que ver con ahora.
—Cuando empecé no había absolutamente nada. Me pasaron un proyecto de urbanización que no había manera que se aprobara. Yo no tenía experiencia y de golpe me topé con este proyecto. Tenía todas las funciones: informar proyectos, obras menores, atender denuncias, inspecciones, planes parciales. Hacía un poco de todo. Ahora está todo distribuido: ingenieros, aparejadores.... Trabajé con una administrativa, Bel Nicolau, y fuimos los promotores del departamento de Urbanisme.
¿Cómo se entendía la figura del arquitecto en aquel entonces?
—Yo siempre he querido tener las puertas abiertas a todos los ciudadanos. La idea era poder informar los proyectos lo antes posible. Los lunes tenía visita pero la gente podía venir cuando quisiera. No era necesario pedir cita previa. Siempre he querido estar del lado de los vecinos y eliminar todas las trabas administrativas.
Uno de los principales problemas de hoy en día es la demora en las licencias urbanísticas.
—Nosotros fuimos pioneros en la zona. La construcción en Sant Llorenç iba rápida. Queríamos que la gente estuviera contenta. Cuando alguien gasta dinero en comprar un solar y quiere construir no se puede estar dos años pendiente de una licencia. Hay que informar lo antes posible. Incluso me he llevado trabajo a casa para que todo fuera más ágil. De hecho los viernes por la tarde también trabajábamos para sacar adelante los expedientes.
¿Cómo ha sido la evolución del urbanismo?
—Cuando empecé era la época del boom, se hicieron todas las urbanizaciones en Cala Millor. Había mucho movimiento urbanístico y se desarrollaba el Plan General. Me encargaron las normas subsidiarias que fueron aprobadas en el 94. En el núcleo de Sant Llorenç no había aguas residuales, ni alumbrado público, las calles no estaban asfaltadas. Ahora tenemos el término municipal, todo lo que es urbano, con todas las dotaciones de servicios. Tenemos una depuradora puntera.
¿De qué proyectos se siente más satisfecho de haber dirigido?
—El Auditori de sa Màniga fue una obra grandiosa. Otra, un poco más pequeña pero que ha sido muy efectiva es el Espai 36, un lugar muy agradable con una buena acústica.
También ha vivido momentos difíciles como la torrentada.
—Por 20 minutos no me cogió. Era martes y por las tardes trabajábamos para que el administrado tuviera todo tipo de facilidades. Tras la torrentada se hicieron algunos proyectos que no se han ejecutado. El Ajuntament compró solares en zonas inundables y se llevaron a cabo diversas actuaciones.
¿Cuál cree que ha sido su aportación al municipio?
—Creo que lo que dejo es una forma de ser, una forma de actuar del técnico municipal. Espero que lo que se recuerde de mi paso es la ayuda que siempre he querido dar a los vecinos, eliminar todas las trabas posibles. Creo que Sant Llorenç ha acogido grandes obras. Tiene un Ajuntament con superávit, con las cuentas saneadas.