Desde finales del año pasado se sabe que el nuevo propietario de la 'Villa Bond', proyecto arquitectónico que comenzó el compositor ingles John Barry en Santa Margalida en los años 70', y el Ayuntamiento han llegado a un acuerdo para crear un museo sobre el músico en una de las estancias del edificio; en concreto donde su hubiera colocado el piano del artista si hubiera llegado a vivir en él. Lo que no se sabía con exactitud era cómo se encontraba el interior de la finca, ni qué modificaciones o novedades habría.
Mallorca Magazin se ha adentrado en el interior de lo que hasta ahora era un cascarón vacío donde crecía la maleza y los animales como liebres y conejos campaban a sus anchas. La reanudación de las obras de esta propiedad, que recuerda a la arquitectura californiana o a la Alhambra de Granada y cuenta con una piscina de ensueño, se producen bajo la premisa de que no está permitido cambiar nada del armazón del edificio, ya que ahora está protegido. Lo que sí se hará es construir una carretera de acceso, que desviará la carretera entre Santa Margalida y Can Picafort, y un parking para los fans de Bond que quieran visitar el museo.
«Estoy esforzándome para que la familia de John Barry aporte algunos de sus objetos personales para el museo», explica a MM Kristian Worbs, que mantiene un buen contacto con los descendientes del genio ganador de cinco Oscar. El empresario inmobiliario, que vive en Tegernsee (Baviera) y considera Mallorca su segundo hogar, es propietario de la imponente villa desde principios de 2016. Cuando el experto en restauración pasó por delante de la colina en una Harley-Davidson hace muchos años, se enamoró del llamativo edificio. «No podía quitármelo de la cabeza», dice Worbs. Y como, según dice, las ruinas no le asustan, compró el complejo a Laurie Barry, la viuda del maestro, ya fallecida. «Había toneladas de basura por todas partes», explica y añade que hubo que retirar enormes cantidades de maleza. Si todo va bien, el amigo de la isla quiere mudarse por fin al edificio, que lucirá entonces con nuevo esplendor, a mediados o finales del año que viene.
Sigue teniendo el mismo aspecto que siempre ha tenido en los últimos 50 años: El estanque de peces de colores que John Barry quiso crear para la piedad de su alma, rodeado de palmeras, columnas y arcos, está tan vacío como siempre. La proyectada bodega de vinos, que el artista quería para servirse una buena copa, permanece inactiva. El enorme salón con vistas de ensueño a la bahía de Alcúdia, situado bajo una cúpula casi catedralicia, sigue esperando. Y la piscina rectangular, en la que el músico quería zambullirse con vistas a la Colònia de Sant Pere, sigue siendo un objeto de hormigón gris inacabado.
El hecho de que en las últimas décadas no se hayan producido demasiados robos se debe sin duda a la remota ubicación de la propiedad, a la que sólo se puede acceder a través de un estrecho y difícil de encontrar callejón sin salida. Sin embargo, el edificio se hizo cada vez más conocido en Mallorca: en el pasado, drogadictos o jóvenes hambrientos de aventuras eran atraídos repetidamente a los terrenos de la villa, donde iban de fiesta o simplemente pasaban el rato por la noche. Durante mucho tiempo fue posible entrar en el recinto sin ninguna dificultad, pero ahora hay una valla alrededor del edificio palaciego, conectada al centro de seguridad Securitas. Si alguien intenta entrar sin autorización, los agentes de la Guardia Civil acuden al lugar en un santiamén para llevárselo.
Todo el hermoso proyecto con el que había soñado el compositor de moda se fue al garete porque le habían engañado de mala manera. Un isleño intermediario, que se encargó de la correcta gestión de las obras in situ, desvió descaradamente parte de los fondos transferidos por Barry para fines privados: Lo utilizó para construir un hotel en el cercano complejo vacacional de Can Picafort. En algún momento, Barry se dio cuenta de que le habían estafado vergonzosamente y perdió completamente el interés por la Isla.
La estrella internacional se marchó a Estados Unidos, donde vivió inicialmente en Hollywood y más tarde se trasladó a la Costa Este, donde murió en Nueva York. El fraude llegó a los tribunales de la ciudad de Inca, y Barry recuperó su dinero tras un largo ir y venir. «Le engañaron», dice a MM el actual alcalde de Santa Margalida, Joan Monjo. Pero eso es pasado, ya que bajo su mandato por fin se ha ultimado todo para que el magnífico edificio inacabado cobre nueva vida, eclipse la zona y, gracias al proyectado museo, el municipio pueda atraer turistas en masa. Es muy posible que entonces encuentren allí un elemento especial: no una estatua real del Oscar, como pidió el alcalde según Kristian Worbs, pero al menos una copia.