La sequía y la incertidumbre climática que venimos padeciendo y que se ha acentuado estos últimos meses está causando estragos en la agricultura. Uno de los cultivos que más padece los efectos de esta situación es el garbanzo (ciuró mallorquí), que está atravesando unos años muy difíciles y su cultivo va bajando año tras año, hasta el punto que puede llegar a poner riesgo la conservación de esta variedad local.
Para evitar que siga este retroceso, se han reunido productores y representantes de las entidades CBPAE, la Associació de Varietats Locals y técnicos de APAEMA, para continuar buscando una solución a la problemática actual de esta legumbre.
APAEMA ha hecho el seguimiento durante toda la campaña a una veintena de agricultores que se sabe lo siembran en ecológico –en convencional hay más– donde se ha valorado qué cantidad han sembrado, cómo les ha ido, lo que han recolectado, y si tenían para vender. «Las conclusiones son malas, ya lo esperábamos», explica el técnico de APAEMA, Miquel Serra. «El año pasado también fue un año muy malo para el garbanzo. Hubo agricultores que sembraron y no recogieron nada».
Este encuentro ha servido para comprobar las diferencias entre tipos de manejo y épocas de siembra. «Con esto más claro, nos ponemos a trabajar para encontrar soluciones reales y colectivas que aseguren la supervivencia del cultivo en ecológico», explica.
¿Cuál es el problema? Que el garbanzo es un cultivo de ciclo corto. Tradicionalmente, se siembra en febrero (por Santa Apolonia) y se recoge en el mes de junio, por eso no tiene mucho margen. «No es un cultivo que quiera que llueva mucho, pero con la tierra seca no se puede sembrar. Durante la germinación, las primeras semanas la tierra tiene que tener una buena sazón, y tiene que ir haciendo llovidas. Si coge unas semanas muy secas ya no va bien. Necesita la humedad de finales de enero, principios de febrero, y es esa humedad que ahora no podemos asegurar», explica Serra.
Se trata de un cultivo muy arraigado en la Isla, se puede sembrar en cualquier municipio, pero al igual que otras legumbres, como las lentejas, ‘ha caído en desgracia', también en la Península, porque los agricultores lo ven como un cultivo que no sale a cuenta arriesgarse a sembrarlo.
Ciuró mallorquí
Desde APAEMA y Varietats Locals defienden el ciuró mallorquí: pequeño, redondo, color de carne, pastoso, muy adaptado a nuestras tierras y al clima que ha habido hasta ahora. «Cuando llevas tantas generaciones cultivándolo, que lo han mantenido, intentas hacer algo para que no se pierda», explica.
Los pros: es un cultivo con muchas salidas, sobre todo para consumo humano; no todos los cereales o legumbres tienen tan buen precio. Para este garbanzo hay mucho consumidor en la Isla y eso permite defender el precio; un precio que no puede poner el payés a la avena o la cebada, por ejemplo.