La Fira de Sant Francesc de Muro fue este domingo una demostración de las ganas de feria y de pasear del público, tras dos años de limitaciones en la vida social, cultural y comercial. Con las caras a la vista por fin sin mascarillas, una amplia comitiva institucional encabezada por la presidenta del Consell, Catalina Cladera, y el conseller de Educació, Martí March, arropó al alcalde, Miquel Porquer, al concejal de Ferias y Fiestas, Antoni Serra y a todo el Consistorio de Muro en la que fue su primera feria de la legislatura. La pandemia no les había permitido estrenarse en este cometido, y ambos se mostraron satisfechos del resultado y de la respuesta de la gente.
Como había sido siempre, el claustro de Sant Francesc acogió en sus porches una muestra de artesanía. Las tradicionales cestas de palmito o llatra con motivos veraniegos, confecciones en tela, joyas, trabajos en madera de olivo y decoración de hojalata son algunos de los artículos artesanales que llenaron el patio del convento. En las calles se combinaron algunos puestos de libros que continuaban celebrando Sant Jordi, con todo tipo de puestos de venta. Además hubo una amplia muestra de animales, desde caballos y ponis –en Muro existe mucha afición a los equinos– hasta ovejas y terneros que llenaron de curiosidad a los más pequeños de la casa, al igual que un simpático pasacalles con elfos y ninfas que recorrió las calles. No faltaron las exposiciones de coches y motos antiguos y también de turismos de última generación, ni un circuito de motocross en la misma plaza del Ajuntament.
Satisfacción en los bares
El pulso definitivo a una feria se mide en los bares y restaurantes. Estos lograron llenar sus mesas, que era una de las prioridades municipales, tras dos años de muchas dificultades para el sector. Los murers tenían ganas de recuperar su fira y salieron a celebrarlo.