No es la primera vez que ocurre, pero en las últimas semanas se ha multiplicado la presencia de cabras salvajes en la calles de Camp de Mar, Cala Blanca y Cala Llamp. No sólo deambulan entre el tráfico rodado, sino que acceden sin ningún pudor a los jardines de domicilios privados en busca de alimento, donde cuenta de plantas ornamentales y hasta se ha observado a algún ejemplar bebiendo del agua de las piscinas.
Los vecinos de estas zonas residenciales siguen denunciando la presencia de las cabras en sus domicilios y en las inmediaciones de estos. Sin embargo, empiezan a tomárselo con filosofía. Para ellos empieza a ser normal detener sus coches en plena calle para ceder el paso a un chivo y a su séquito.
Desde la Associació de Caçadors de Cabrits amb Cans i Llaç consideran que la presencia de cabras en zonas residenciales no obedece a un problema de sobrepoblación, sino a una cuestión de visibilidad. Mientras existían explotaciones agrícolas en la Serra de Tramuntana, se alimentaban de forrajes naturales que los payeses procuraban. Unas vez se abandonaron estas fincas, las cabras se mueven a zonas periurbanas en busca de brotes verdes. Se estima que el 80 por ciento de las cabras que había entonces en la Serra está ahora en estas zonas.