Muchos han sobrevivido a las duras condiciones de vida de la Mallorca de la Posguerra, más aún en un entorno rural, donde se trabajaba desde niño. Algunos incluso se han enfrentado a enfermedades que les han dejado algún grado de dependencia. Y han vivido la peor pandemia que puedan recordar, porque ninguno había imaginado que llegarían a vivir situaciones tan insólitas y duras como las que ha traído la COVID-19. Pero ellos están bien.
El virus, a raya
Los usuarios de la residencia Reina Sofía de Muro se han visto privados, como muchos mayores, de la visita de sus familiares durante meses. Los besos y abrazos han sido, durante mucho tiempo, digitales o con mascarilla. En pleno confinamiento, el Ajuntament abrió una verja en el patio para que pudieran verse con distancia. Pero han resistido y, hasta el momento, pueden presumir de mantener al virus a raya. «Desde que comenzó la crisis sanitaria no ha habido ningún contagio entre los residentes», confirma la concejal de Serveis Socials, Joana Maria Perelló.
Este 2021, la residencia cumple su 30 aniversario, pero las celebraciones no son algo nuevo para este grupo de imbatibles.
En el centro se celebra todo: la Semana Santa elaborando panades; el Carnaval, con disfraces y baile incluido; y muy especialmente cada vez que han sido sometidos a pruebas PCR masivas y los resultados han sido negativos. La última ocasión fue en abril y para festejarlo salieron al patio decorado con globos de colores y con el arcoíris, que se ha convertido en el símbolo de la resistencia frente al virus.