La finca pública de Galatzó, en Calvià, ha dejado atrás el estado de latencia al que le obligó el confinamiento. La cinta blanca y azul que colocó el Ajuntament a modo simbólico en uno de los accesos ya no corta el paso a los aún pocos ciclistas y corredores que allí entrenan.
De la puerta principal han desaparecido también el cartel que indicaba la prohibición de entrada y el candado que lo hacía cumplir. Los deportistas aún no pueden acceder con su propio vehículo. Lo hacen sólo los trabajadores de las obras de rehabilitación del sistema hidráulico y de mantenimiento, actividades que no se han detenido en cuarentena.
Biel Salom, más conocido como Biel de Galatzó, es l'amo de la finca. Por sus manos pasa la conservación del predio, un trabajo esencial que no se ha visto alterado por la pandemia.
Biel ha contado con el apoyo de los agentes de Medi Ambient para las tareas de vigilancia. También han continuado las labores de explotación de la tierra con el riego de los almendros o la reparación de las vallas que protegen los cultivos del ataque de las cabras salvajes. Y en vistas de la reapertura, en las dos últimas semanas se han adecuado los senderos en colaboración con el personal del programa Visibles del SOIB.
Entre las funciones incluidas en el contrato de gestión, mantenimiento y dinamización de la Finca de Galatzó, Biel, hace las veces de anfitrión -y jefe- de los jóvenes con discapacidad intelectual de Amadip Esment que trabajan en la possessió. Uno de los grupos se encarga del cuidado del huerto y del corral, una ocupación interrumpida a causa del coronavirus de la que sin embargo no desconectaron. Les tranquilizó el vídeo de las gallinas cacareando que les envió el capataz.
Los caminos han recobrado de forma aún tímida las huellas de las zapatillas y las ruedas de bicicleta. Sólo algunos deportistas se han enfrentado a la maraña de nubes que ha cubierto buena parte del fin de semana el puig des Galatzó y la mola de s'Esclop. Los calvianers han recuperado su tesoro, su paraíso.