Punta Ballena empieza a desperezarse. Marzo se ha ido con la llegada de los primeros turistas en la calle más famosa (y controvertida) de Magaluf. Es sábado 31 y el sol calienta a los extranjeros que invaden las terrazas de algunos bares. Empuñan cervezas, sidras y cubatas. La mayoría ya lleva bermudas y camisetas cortas o vestidos y shorts en el caso de ellas. Cantan las canciones que suenan en su país. Brindan y muestran orgullosos los tatuajes que lucen en sus brazos. La fiesta comienza a las doce del mediodía en la calle gobernada por los locales Alex. Es la más animada cuando el sol todavía se impone.
Un comerciante de un souvenir de la calle principal comenta que hay discotecas que molestan al vecindario con su ruido. «Los periódicos os habéis metido mucho con Cursach y otros empresarios se han beneficiado de la caída del gigante», dice este comerciante, que lleva muchos años en el lugar. Conoce a todos. «Ya han llegado los vendedores ambulantes y las prostitutas», añade.
«Los vendedores ambulantes no pagan impuestos y campan a sus anchas por aquí. La Policía Local debería hacer algo», lamenta el hombre, que saluda a un vendedor africano que cruza por delante de su local. «¿Ves? Me llevo bien con ellos, pero no es justo porque yo pago impuestos». Le hacen la competencia.
Al atardecer todo cambia. Es noche de boxeo y no hay bar sin televisión que no retransmita la velada. El británico Anthony Joshua se enfrenta al neozelandés Joseph Parker por tres títulos (WBA, IBF, WBO) del peso pesado en el Millennium Stadium de Cardiff (Gales). Los dos están invictos. A falta de pocos minutos para las doce de la noche suena la campana en Cardiff? y en Punta Ballena. Expectación máxima. Aquí todos van con Joshua.