Sobra explicar a quienes siguen los plenos de Pollença, ya sea por la radio o presencialmente, que la cosa lleva un tiempo desmadrada. Pero lo de la última sesión municipal son palabras mayores.
El regidor de Mobilitat, Miquel Àngel Sureda (Junts), acusa al regidor no adscrito, Martí Roca, de hacerle gestos de menosprecio y amenazantes, insultarle repetidamente y cogerle en dos ocasiones por el cuello de la camisa. Sureda asegura también que la regidora Francisca Cerdà (Tots) deseó al equipo de gobierno (Junts-UMP) que «les cayera una bomba atómica». Ambos niegan las acusaciones, tiran de testigos (entre otros David Alonso del PP) y amenazan con llevar el caso a los tribunales por injurias y calumnias.
Sobra decir que, con los ánimos más que caldeados, especialmente a raíz de la frustrada moción de censura contra el alcalde Miquel Àngel March (Junts) y la salida de Martí Roca del PI, hace falta un árbitro en la contienda. Pero el alcalde March, sobre el que recae ese papel en los plenos, se encontraba en el momento de los hechos (nada más acabar el pleno) enfrascado en una discusión paralela con el exalcalde Bartomeu Cifre Ochogavía (Tots) por la imputación de ambos en la querella por un presunto trato de favor a Gelats Valls.
March había intentado en vano rebajar el tono del pleno, pero la frustrada aprobación del convenio para la construcción de la nueva parada de autobuses del Moll encendió a Sureda, que cargó contra Roca por no renunciar al acta de regidor. Lejos de amilanarse, este contraatacó llamándole «caradura».
A partir de ahí las versiones difieren. «Al acabar el pleno, el regidor Roca me continuó insultando repetidamente... que era un sinvergüenza y un caradura, que tenía la cara más dura que el cemento armado y me cogió en dos ocasiones por el cuello de la camisa», dice Miquel Àngel Sureda.