Una carpa desmontable y una caravana vieja es todo cuanto queda. Los caravanistas han preferido no agotar los quince días que les concedió el Ajuntament de Lloret y la mayoría desalojó este domingo la Comuna, el lugar donde tantos fines de semana de los últimos 35 años han pasado.
El domingo hubo hasta lágrimas. «Después de tanto tiempo ya nos sentimos un poco lloritans. Mis hijos crecieron en sa Comuna», relata Magdalena Andreu, secretaria del Club Caravaning Mallorca. «El domingo fuimos al pueblo a despedirnos de los comercios. Fue emotivo, a la chica del estanco, donde comprábamos el periódico los domingos, le cayó alguna lágrima. También nos abrazamos con el del bar [Can Putxet], el de la panadería, el del colmado. El del supermercado (conocido como ‘en Nadal des Pou') nos regaló botellas de vino y sobrasadas. Nos decían que no era justo, que regresemos a visitarles».
Algunas personas se han quejado de que los caravanistas, al marchar, dejaron sucia la Comuna. Andreu indica que el club al que ella pertenece limpió la zona que ocupaba y que la suciedad es cosa de otros caravanistas instalados individualmente allí.