Durante un día, el Museu del Calçat i de la Pell de Inca dejó de ser una sala de exposiciones y un edificio de tributo al sector zapatero para convertirse en un improvisado restaurante. En él se celebró un evento conocido como hidden kitchen, en el que se ofrece una cena en un lugar de la Isla que se desvela poco antes.
Con el permiso de la regidora de Comercio y del Museo, Rosa Tarragó, una conocida empresa formada por cocineros de renombre organizó una cena de alta cocina para 24 personas, que el grupo de la oposición Més denunció, resaltando que el edificio «se prestó de manera elitista y sin ningún criterio».
Por su parte, Rosa Tarragó indicó que fue una decisión personal, y que consideró que era «una oportunidad para promocionar y dar a conocer el espacio».