En la finca de Can Rabasseta, Pere Torrens (el 26 de junio cumple 72 años) se agarra fielmente a la tradición de esquilar a mano al menos la mitad de su rebaño. Así, una vez al año, llegan hasta la finca de Búger payeses procedentes de diferentes puntos de la Isla para participar en un esquilado tradicional que se convierte en toda una fiesta.
«Lo hacemos por conservar esta tradición, se hacen menos heridas, los rebaños son más guapos y hay un ambiente muy agradable; mientras esquilas con tijeras puedes hablar, a máquina, nadie escucha a nadie», dice Pere Torrens.
Ciertamente, el esquilado con tijera en la finca de Can Rabasseta se convierte en punto de encuentro y payeses procedentes de puntos tan distantes como Búger, Lloret, Sóller, Selva, sa Pobla, Pina, Petra, Campanet, Pollença o Lloseta (entre otros) comparten sus preocupaciones, que no son pocas en estos tiempos que corren.
Ayer hablaban sobre las multas que están recibiendo por cortar el rabo a sus ovejas tal y como hacían sus abuelos, una práctica arraigada que hasta ahora no les había dado problemas. «En las inspecciones nos están poniendo multas del 5 por ciento de las ayudas PAC y nos exigen un certificado y la presencia de un veterinario, lo que supone un coste de cerca de 50 euros por cabeza», dicen.