En Inca, la Ronda Nord es considerada una necesidad. La futura construcción de esta carretera, de nuevo trazado, permitirá sacar de la ciudad a miles de coches que actualmente están obligados (para llegar a Selva o Mancor) a cruzarla por el centro. Sin embargo, esta infraestructura tan «necesaria» conllevará la desaparición de paisajes singulares, históricos, valorados.
Es el caso, por ejemplo, de la zona de Mandrava, un paraje rural que se sitúa entre las carreteras de Lloseta y Mancor. La Ronda Nord lo partirá. Antiguamente era propiedad de los señores de Can Ripoll y alcanzaba hasta el celler que todavía lleva el nombre; en la actualidad, muy parcelada, es sitio de pequeñas fincas de cereales o almendros, a menudo con chalet.
Gabriel Pieras, cronista oficial de Inca, confirma el valor histórico de Mandrava. «De aquí se extraía la arcilla con qué luego se fabricaba la conocida cerámica inquera . Hasta se llegó a formar un pequeño lago», recuerda Pieras. Por Mandrava aun pasan varios torrentes, y por el subsuelo circulan corrientes de agua. «Es tierra de cereales y de pocos árboles. El viñedo no se cultiva bien», añade Pieras.
En la actualidad, muchos inquers pasean por la tarde por los caminos de la zona, que aun conserva un aire bucólico. Sin embargo, tiene los días contados: este año o quizás el próximo, las excavadoras transformarán una parte de ella en carretera.