El Ajuntament de Sóller se plantea ahora mover de sitio una cruz de piedra de la época franquista de dos metros de altura y colocarla en un lugar «donde pueda estar vigilada» después de que este monumento fuera pintado de rojo semanas atrás por desconocidos. Por lo que se baraja la posibilidad de colocarla en primera línea del Port de Sóller. No se trata sin embargo de una cruz cualquiera. Se erigió en el camino del faro de Muleta en 1936 por «subscripción popular» para recordar a muerte de un militar sublevado contra la legalidad vigente, el teniente Lizasoaín, que, según la leyenda que figura en la base de la cruz fue «alevosamente asesinado» en aquel mismo lugar.
El concejal de Patrimonio, Joan Ruiz (PP), confirmó que el equipo de gobierno «ha solicitado un informe jurídico y otro técnico para mover la cruz de lugar». Ruiz asegura que el motivo no tiene «nada que ver con el significado político del monumento» sino simplemente para que «esté en un sitio más concurrido donde no pueda ser de nuevo motivo de actos vandálicos». Ruiz aseguró que «se ha planteado colocar la cruz en la Platja d'en Repic, en la plazoleta donde hay una fuente dedicada al pintor Bernanos». El concejal asegura que «los juristas municipales nos dicen que si queremos mover la cruz lo podemos hacer siempre que se elimine de ella la inscripción referida a los hechos de la Guerra Civil».
Según ha podido conocer Ultima Hora, un informe aconseja llevar la cruz al cementerio municipal, una posibilidad que Ruiz admite que «también es posible». Además, añadió que el símbolo será «limpiado» antes de su colocación.
Este periódico ha consultado con la asociación hotelera de Sóller su opinión sobre la posible ubicación de este elemento en plena zona turística. Su presidente Lluís Rullan se limitó a calificar de «barbaridad» esta posibilidad y espera que el Ajuntament «actúe con sentido común».
Se da la circunstancia que la semana pasada el colectivo Albaïna emitió un comunicado en el que «aplaudía» el último ataque al monumento que califican de ilegal y exigían su retirada definitiva. Lamentaban también que el alcalde, Carlos Simarro, califique de «vandálico» este acto, que coincidió con las pintadas de índole independentista que se atribuyó el grupo Arrán, ya que afectaron a varios elementos del mobiliario urbano del centro de Sóller y que, por cierto, continúan todavía sin limpiar.