Pollença echa humo. Los regidores no adscritos, Malena Estrany y Tomeu Fuster, hicieron ayer público un comunicado en el que afirman que han iniciado conversaciones con el PP «para estudiar la viabilidad de continuar formando parte del equipo de gobierno».
Supeditan su continuidad (gobiernan en minoría junto a los 5 regidores del PP y al regidor de la Lliga, Martí Roca) a una serie de cambios, principalmente referidos a una mejora en la comunicación, información y coordinación «cuestiones que para nosotros son fundamentales», dicen.
Crisis
La nota no hace sino evidenciar lo que ya era un secreto a voces, la crisis de gobierno local que se desató hace exactamente un mes cuando dos de los tres regidores de la Lliga comunicaron su intención de dejar el partido. La decisión de los líderes autonómicos de la Lliga y Convergència, Jaume Font y Pep Melià, de unirse en la nueva formación regionalista El Pi, se ha llevado por delante el pacto de gobierno local debido a las reticencias de buena parte de la agrupación local de la Lliga a sumarse al nuevo partido. Cabe recordar que la pugna electoral entre la Lliga y Convergència fue dura y estuvo cargada de personalismos en Pollença.
La pelota está ahora en el tejado del alcalde, Bartomeu Cifre (PP) que ha iniciado una ronda de reuniones con sus socios en busca de estabilidad. Cifre da por válido el pacto de gobierno entre PP y Lliga (este último partido sigue representado por el regidor Martí Roca) pero entiende que los dos regidores no adscritos deben rubricarlo para seguir formando gobierno.
En la oposición hay otros 5 partidos, entre ellos Convergència, dispuesta a dar estabilidad «sin recibir nada», dice.