A mediados del julio, las monjas jerónimas de Inca pidieron al Consistorio que cambiara la ubicación de un banco de la calle de los Canonges Garau. «Está situado justo enfrente de las habitaciones de tres enfermas y la gente está sentada hasta la madrugada, impidiendo el descanso (de las enfermas)», exponen las monjas, por lo que solicitan «que el banco sea trasladado unos metros más arriba, allí donde no hay ventanas ni habitaciones».
La demanda de las monjas ilustra uno de los problemas de convivencia más recurrentes del verano: la dificultad para compaginar el salir a tomar el fresco con el descanso de los vecinos.
En Inca (y en la mayoría de pueblos), salir a tomar el fresco a la calle sigue siendo una práctica habitual. El problema no nace de los grupitos de vecinos, generalmente mayores, que sacan las sillas ante su casa y chafardean o hacen tertulia, en voz baja, hasta medianoche, sino de las pandillas de jóvenes que a veces no alcanzan la edad para ir de bares pero que, sin embargo, trasnochan en la calle.
Instalados en espacios urbanos públicos -en plazas o en el rincón de alguna calle-, estos grupos de chavales suelen tener tendencia a juguetear, a chillar y a alborotarse -cuando no beben alcohol o fuman algún porro-, una actitud que acaba por molestar a los vecinos, que en verano, por otra parte, intentan conciliar el sueño con las ventanas abiertas.
Las plazas del Bestiar o de la Quartera, por ejemplo, son espacios de Inca donde habitualmente se forman grupitos de gente deseosa de esquivar el calor y pasar la velada en la calle. Los vecinos, al no conseguir dormir, llaman a la policía, pero los agentes no pueden hacer nada: estar en la calle y hablar no es un delito. El alcalde, Rafel Torres (PP), mantiene que la solución pasa por «corregir actitudes cívicas» con campañas de concienciación y sensibilización ciudadana. «Hay que buscar un equilibrio entre los que quieren descansar y los que prefieren tomar el fresco en la calle», añade Torres.
Plaza del Blanquer
La plaza del Blanquer es otro punto de encuentro habitual de pandillas y, probablemente, el más conflictivo. Los vecinos han llamado en reiteradas ocasiones a la policía exigiendo que interviniera para poder dormir, «pero dicen que no pueden hacer nada», lamentan. «El Ajuntament tiene que hacer respetar nuestro derecho a descansar», aseguran los afectados, hartos de no poder dormir.