De las 34 fábricas de calzado que convirtieron Lloseta en un referente del sector en el siglo XX solo sobreviven cuatro. Bay, Bestard, Cabrit Apache (Calzados Comas) y Miquel, fueron ayer las auténticas protagonistas, de una feria, la del zapato llosetí que cumple su decimosegunda edición.
Tras las intensas lluvias del sábado ayer por la mañana el tiempo acompañó y las ventas igualaron a la de la décimo primera edición por lo que teniendo en cuenta la coyuntura de crisis actual se respiraba cierto optimismo en el sector.
«La gente se tendría que concienciar de que hay que vestir calzado de piel», explicaba Jaume Santandreu Bestard, un jubilado de 67 años que aguardaba entre la morriña y la preocupación en el estand dedicado a la demostración en vivo de la fabricación artesana de calzado.
Este estand es uno de los más concurridos en la feria con demostraciones en vivo en turnos de mañana y tarde a cargo de los maestros zapateros jubilados. El proceso de fabricación tradicional no tiene nada que ver con el que ahora se usa. Los jubilados recordaban cómo en sus tiempos «fabricábamos un par al día y eso si no trasnochabas porque si trasnochabas no hacías ninguno». Artesanía, pintura y vehículos antiguos, completan una feria, que fue una de las primeras en especializarse en Mallorca. La fórmula funcionó y hoy está plenamente consolidada en el Raiguer.