Con 33 años (la plena vejez para un cuervo) y algo tocado por las cataratas el héroe Rasputín surcó ayer los cielos en Mancor para cumplir con la tradición que le llevó a la fama hace ahora 30 años. Apenas quince segundos de gloria.
El descenso de Rasputín desde el campanario recrea un episodio de la cultura cristiana según el cual unos cuervos alimentaron a Sant Antoni y Sant Pau cuando estos estaban a punto de morir de inanición en el desierto. Así, el cuervo Rasputín desciende desde el campanario de la iglesia con un pan en el pico para alimentar a los santos; una representación seguida por un centenar de mancorins.
Cuando pasaban quince minutos de las cuatro de la tarde y tras varios toques de campana, el cuervo inició el descenso desde el campanario hasta la pequeña cabaña de la plaza en la que esperan los santos ataviados para la ocasión.
Rasputín, que fue capturado en un nido del Puig de Sant Nofre en Sant Joan hace ahora 33 años sustituyó hace treinta años al cuervo disecado con el que se hacía la representación. Su propietario Manel Alba cuenta ya con un pequeño ejemplar, posible heredero del mito de Rasputín.