A primera hora de la mañana ya se intuía el olor y la fiesta de Sant Antoni en Artà. A partir de las ocho, las calles se llenaban de vecinos y de visitantes para vivir una de sus jornadas más emocionantes, la festividad del patrón de los animales.
Camisas blancas, pañuelos rojos y botellas de hierbas dulces o de mistela fueron los símbolos de identidad de los santantoniers que disfrutaron de un inicio de fiesta marcado por la niebla. Este año, Joan Servera tomó el relevo del fallecido mossèn Antoni Gili como capellán de la Obreria.
Como señala la tradición, la fiesta se congregó ante la Casa del Trull, este año en el domicilio del obrero Miquel Cursach, en la calle de Na Coixa, donde empezó el primer baile de los dimonis.
Pero, antes, el ambiente se calentó con la llegada de una multitud que abarrotó la calle. Empezaban los nervios por la espera de los primeros compases de la canción de Sant Antoni a cargo de la Banda de Música. La gente congregada enloqueció con el inicio de las danzas de los dimonis. Arrancaba así el Sant Antoni de Artà. Después del primer baile, los dos dimonis siguieron animando la jornada por las calles. La gente iba detrás para verlos bailar y con las canyaferles hacían sitio para detenerse y bailar.
Sin embargo, uno de los momentos más esperados es el baile de los dimonis en la Residencia de Artà. El patio se llena y los usuarios del espacio, desde las ventanas y los balcones, contemplan la escena santantoniera. A continuación, la comitiva de la fiesta prosiguió hasta el Ajuntament seguidos por un grandísimo grupo de pequeños y mayores.
Un amplio dispositivo de Protección Civil, Policía Local y Guardia Civil veló durante toda la vuelta al pueblo para que no se produjeran accidentes. Ya por la tarde, a las 19.00 horas, comenzó la salida hacia las Completes que se celebran en la iglesia parroquial y dan paso a los foguerons, donde siempre hay lugar para una buena torrada.