Un breve recorrido a pie por la Costa dels Pins, en el municipio de Son Servera, pone de manifiesto las dificultades para acceder a la zona de dominio público que ocupa la piscina de Pedro J. Ramírez. Dos periodistas de Ultima Horase desplazaron ayer al lugar para comprobar el estado de las instalaciones y ejercer el derecho de paso.
La piscina, construida sobre el mar, carece de los accesos obligatorios. De este modo, la única forma de llegar a estas instalaciones es desde el interior de la mansión del periodista madrileño o, en su defecto, haciendo un recorrido a nado que implica además una arriesgada escalada por los escarpados riscos que rodean la casa.
El uso público de las instalaciones está suspendido desde el pasado 17 de mayo, fecha en que el director general de Costas, José Fernández Pérez, adoptó la resolución que le concede un plazo de tres meses al director del diario El Mundo para que construya accesos públicos a dicha piscina, que ha venido disfrutando en exclusiva.
Pese a que el derecho de tránsito permanece inviolable, lo abrupto del terreno, la existencia de barreras deliberadas como los muros exteriores y la ausencia de accesos practicables complican hasta límites inasequibles para la mayoría ejercer este derecho.
La piscina, que ayer permanecía vacía, se alza como un barco fantasmagórico varado en este pedazo de costa que, contra ley, tiene uso privativo.
Las dos escaleras que descienden hasta el mar son únicamente utilizables desde el interior del domicilio, igual que la amplia terraza y el solarium que complementan la instalación.
Un vecino del lugar aseguró que la piscina «ha crecido», ya que en tiempos de los Calvo Sotelo los cimientos de la misma no llegaban hasta el mar. Esta afirmación se ve reforzada por la existencia, en el fondo de la misma, de un relieve de cemento que señalaría una ampliación posterior a la construcción.