La Mare de Déu de Gràcia regresará el domingo a su lugar natural en el Puig de Cura tras dos años de ausencia a causa de las obras de consolidación de la peña conocida como Roca Falconera, en cuyas faldas está el emblemático monasterio de Llucmajor. Gràcia ha permanecido cerrado al público a causa del peligro que suponían de los desprendimientos de rocas de la peña. Según explicaron ayer el párroco Jaume Puigserver y el alcalde de Llucmajor, Lluc Tomàs, los desprendimientos eran habituales en el santuario, pero tras una tormenta se hicieron más frecuentes y peligrosos.
Ante esta situación, se decidió asegurar la peña en unas obras que ambos calificaron de «muy complicadas». Han consistido en provocar el desprendimiento de las rocas que estaban a punto de caer y colocar una pantalla de red metálica que cubre toda la Roca Falconera. Tomàs celebró la rapidez con que se han ejecutado las obras, ya que por su gran complejidad podrían haber tardado «muchos años». Añadió que la red metálica tuvo que ser colocada con una grúa con un brazo de 100 metros y se contó con la participación de obreros especialistas en alpinismo.
Dentro de un mes concluirá la segunda fase de rehabilitación de la capilla y la hospedería y de restauración de las paredes, márgenes y jardines. Para que pueda concluir el embellecimiento, hasta dentro de un mes Gràcia sólo estará abierto los fines de semana. Las obras han contado con un presupuesto de 950.000 euros que se han pagado mediante ayudas del Govern (600.000 euros) y la colaboración del Ajuntament, el Obispado y donaciones.