La vida tranquila de los habitantes del pequeño pueblo de Ariany se ha visto alterada desde hace poco más de un año con la apertura de una casa de citas ilegal en un chalet de la localidad, a unos 600 metros del casco urbano. La vivienda, rodeada de cipreses, es conocida como es Rafal, y en la entrada del camino junto a la barrera se halla un cartel anunciador del lugar. Ante esta situación y recogiendo el sentir de los vecinos del pueblo, el alcalde Antoni Pascual (UM) ha reclamado sin éxito en diferentes ocasiones la colaboración de las «autoridades competentes» para acabar con la actividad del prostíbulo. «Nosotros en Ariany no tenemos medios para parar esta actividad, necesitamos ayuda de fuera, de la Guardia Civil porque nos sentimos bastante indefensos», explicó Pascual.
Ebatle admitió que «no tenemos constancia oficial» de que en el chalet haya prostitución porque «no hay un letrero que lo anuncie explícitamente y además el chalet es legal», pero «todo el mundo conoce las prácticas que se llevan a cabo en su interior». En este sentido, se comenta la presencia de mujeres de procedencia rumana y rusa, así como los precios que se cobran por las prácticas sexuales, oscilando entre los 50 y 60 euros. Una copa 7 euros. También se habla de la propiedad y la gestión en manos mallorquinas. Como muestra de la polémica creada entre el vecindario del pueblo del Pla incluso la hoja parroquial se hizo eco de la casa de citas y los precios estipulados por los servicios.
Ante la posibilidad de que se pueda legalizar, Pascual fue rotundo: «La casa no se hizo con este fin, para esto necesitaría un interés general para prostíbulos». Con todo y según ha podido saber este periódico de diversas fuentes, para obtener una cita se llega en coche hasta unas barreras que franquean la entrada. Una vez allí un portero automático autoriza o niega la entrada. En el interior el ambiente «es muy familiar», el cliente se sienta en un sofá y puede tomar una copa: «No hay barra de bar, es como si estuvieras en casa». Mientras bebe la copa habla con las diferentes mujeres hasta que se decide a «subir a la habitación».