Los propietarios de Can Francina, ganadería inmovilizada desde el pasado 14 de mayo a raíz de la detección y posterior confirmación del primer y único caso encontrado hasta el momento de «vaca loca» en Mallorca, han optado por el sacrificio masivo de la cabaña. Los hermanos que controlan la granja, Joan y Antoni Rigo, se han decantado por esta drástica medida al considerar que «es más conveniente, por una serie de puntos, esta opción, con las perdidas económicas que, evidentemente, supone. Será como empezar de nuevo, pero conociendo ya este sector».
No obstante, ayer por la mañana, Joan Rigo aseguró a Ultima Hora que «todavía no hemos decidido cuándo procederemos al sacrificio de la cabaña, pero, en todo caso, estamos convencidos que hemos elegido la mejor vía. Una de las intenciones es la de importar vacas jóvenes y animales nuevos». Can Francina, situada a unos seis kilómetros del pueblo, cerca de la carretera que conduce a sa Ràpita, cuenta actualmente con unos 410 animales. Joan concretó que de éstos «se encuentran unas 270 vacas, mientras que el resto son crías y de engorde». La única excepción establecida que los ganaderos pueden desarrollar desde el pasado 14 de mayo es la producción de leche. Por contra, desde entonces, no tienen permitido destinar carne al consumo humano ni tampoco trasladar ganado.
Según fuentes de la Conselleria d'Agricultura del Govern de les Illes Balears, con la nueva normativa aprobada hace pocos meses, ahora los propietarios pueden decidir una de las dos opciones contempladas. En este sentido, una de ellas es el sacrificio selectivo, familiares, descendientes y compañeras de comida de la «vaca loca». La otra posibilidad, es la que finalmente los hermanos Rigo han tomado, el sacrificio masivo, extremo que cuando se produjo el espectacular surgimiento de animales infectados en Europa y consecuente eliminación de cabañas, fue objeto de intenso debate.