Los huertos de naranja de Sóller han emprendido un lento camino hacia su desaparición. Lejos ha quedado aquella época en que los sollerics exportaban la naranja a Marsella, donde era reconocida por su calidad y su exquisito sabor. Hoy, los huertos del Valle se mantienen a duras penas y muy pocos son los propietarios que pueden hacer frente a su mantenimiento y su conservación. Demasiados gastos frente a los bajos precios de la naranja.
Resulta lamentable contemplar, hoy en día, como miles y miles de kilos de naranja se pierdan, sin que nadie ponga remedio a esta situación. Naranjas de calidad como la peret, canoneta o avelate se están perdiendo porque a los payeses no les resulta rentable su venta. Para la recolección, los agricultores se ven obligados a contratar a personas por 1.000 pesetas la hora, mientras que a ellos sólo se les paga 25 ó 30 pesetas el kilo. Lo paradójico es que luego en el mercado, el kilo de naranjas se vende a 300 pesetas o más y en los bares el zumo de naranja natural cuesta entre 300 y 450 pesetas cada uno.
Sin lugar a dudas, falta sensibilidad de los políticos a la hora de ayudar a los payeses del Valle. A principios de año, el vicepresidente del Govern, Pere Sampol, dirigió un cumplido discurso con motivo de los 100 años de la Cooperativa de Sóller, en el que se comprometió a poner remedio a los problemas de la naranja. Han pasado seis meses, y la situación es la misma: las naranjas siguen pudriéndose en el suelo y los huertos deteriorándose.