Los quintos de Montuïri eligieron en la madrugada de ayer al alcalde, Joan Antoni Ramonell (PP), como centro de sus ocurrencias. En esta ocasión, la Plaça de l'Ajuntament amaneció decorada con la figura de un muñeco sentado sobre un inodoro, con traje a rayas y entre rejas. En una pancarta adjunta se podía leer: «Es batle està cagat». La parodia hacía referencia a la petición de la Fiscalía de 6 años de cárcel para el alcalde por una presunta falsificación de documento público.
El montaje de la parodia ocupaba toda la plaza y a las 10.00 horas de la mañana los empleados municipales ya habían limpiado la plaza para que los curiosos no observaran la gamberrada. A pesar de la rapidez de la brigada, ayer en Montuïri no se hablaba de otra cosa que no fuera el muñeco entre rejas que los quintos habían dedicado al batle Ramonell.
Los chicos, después de estar toda la noche anterior al Día de los Inocentes de juerga, a primeras horas de la mañana se disponen a montar su parodia. Para confeccionarlas han trabajado varios días explicaron a Ultima Hora algunos de sus responsables. Además de la dirigida al alcalde, también se acordaron de otro tema con polémica en el municipio. Se trata de la donación de 250.000 pesetas que aprobó el Ajuntament para comprar un barco nuevo al Rey. En este caso, para referirse al tema, colocaron una vieja embarcación sobre la plaza con el nombre de Fortuna II. Junto a ella una pancarta que decía: «Solidaritat amb els més pobres envers de 250.000 pessetes pel vaixell del Rei».
El alcalde no estaba ayer en Mallorca, pues está de vacaciones en el Caribe y fue imposible contactar con él. Desde el Ajuntament, el teniente de alcalde Gabriel Matas (PP) fue escueto: «No hay que darle excesiva importancia al tema. Se trata de una tradición de los quintos que cada año se recrean en una noticia del pueblo y este año le ha tocado al alcalde».
Un pueblo con numerosos y variados
antecedentes
La localidad de Montuïri se ha caracterizado durante los últimos
años por ser un pueblo donde la fiesta de los quintos alcanza cotas
insospechadas y el límite entre la broma simpática y la gamberrada
de mal gusto son difícil de diferenciar. En verano de 1992, durante
las fiestas de Sant Bartomeu, se quemó la bandera española que
ondeaba en la fachada del Ajuntament. Algunos lo calificaron como
una reivindicación política; otros, una simple gamberrada.
En 1996 los quintos llenaron la plaza de burros, comparando los animales con los políticos del Consistorio. El pasado año, la fachada de la casa particular del batle amaneció forrada de huevos.