Los inquilinos de las infraviviendas de Gomila explicaban este lunes, ante la amenaza de un desalojo que al final no se ha ejecutado, que realmente no quieren seguir viviendo allí, pero que, con cómo esta el mercado, no encuentran otra cosa. Cualquiera que dé un paseo por ese sótano se da cuenta de inmediato de que no es un lugar habitable. Bajando unos pocos escalones desde la calle, se accede a una primera terraza donde se ven algunas puertas que dan al exterior, todas numeradas. Descendiendo un poco más, el visitante ya se adentra en las entrañas del edificio y se encuentra un particular subsuelo, lóbrego y asfixiante.
Las lentes de las cámaras digitales actuales hacen milagros con la poca luz que llega del exterior, de modo que las imágenes que el público ve en los medios no hacen justicia a lo que hay bajo esta finca de pisos en la calle Joan Miró. En cuanto uno se aleja del acceso principal, ya no se ve nada. El paso se bifurca en pasillos cada vez más oscuros y llega un punto en el que es imposible avanzar sin una linterna.
Al acceder, el aumento de la temperatura es brusco y muy notable, incluso con el calor que ya hace fuera, en pleno julio. El ambiente en el interior está muy cargado. La mayoría de residentes vive en estancias de unos pocos metros cuadrados donde han encajado apretujadamente una cama y unos pocos muebles, de modo que no les queda más remedio que tender su colada donde pueden, en las zonas comunes. Decenas de tendederos salpican el recorrido, pero con la nula circulación de aire del lugar, la ropa no puede secarse bien y el aire se impregna de humedad.
Ventiladores, bombonas de butano, cables y enseres de todo tipo se amontonan también en las esquinas de los pasillos. Una sillita de un carrito infantil recuerda que en este espacio también están viviendo menores. En una pared hay también instalado un termo.
Reina, una de las mujeres a las que se iba a desahuciar hoy, enseña su habitación. Tiene una cama individual pegada a una cortina, que llama la atención: ¿es acaso posible que haya una ventana ahí? La levanta y descubre una gran franja en mal estado; dice que la cortina la puso ella para tapar las manchas. Reina duerme a menos de dos metros de su nevera y una precaria cocina junto a un ventanuco que deja abierto, con una rejilla, para intentar captar algo de aire. Claro que no le gusta vivir así, dice Reina. Pero es el único techo que tiene hoy por hoy, y quedarse en la calle también da mucho miedo.
A los de última hora, por favor el día 17 hagan el mismo tour por ahí, al propietario ya le han sancionado y por muy mal que sigáis hablando de él ya no pasará nada,a los que viven allí nadie les va a alquilar nada