«Hemos acabado aquí porque no podemos pagar un alquiler», dice Flor [nombre ficticio], que vive desde hace unos meses con su pareja en una tienda de campaña junto al torrente de na Barbarà, con vistas a la Vía de Cintura. El de Flor es un caso extremo que refleja la creciente vulnerabilidad entre vecinos de Palma que no pueden permitirse pagar el alquiler de una habitación, que ya se cotiza a 600 euros. Lo de arrendar un piso es un sueño inalcanzable para una gran mayoría de trabajadores: una vivienda de tres habitaciones puede encaramarse a los 1.600 euros a día de hoy. La oferta de alquiler es magra, apenas hay un millar de pisos en busca de inquilino a unos municipios, y a unos precios estrastosféricos.
Los asentamientos de chabolas y tiendas de campaña se reproducen en muchos rincones de Palma y ya se calcula que hay más de 60, aunque su número va variando, así como su ubicación. Bajo cualquier puente de la Vía de Cintura, parques, zonas verdes, en las lindes de un torrente, en descampados abandonados, en un bosque o en un solar dentro de la ciudad. Los refugios de personas sin techo se multiplican y algunos ya han renunciado a la chabola, que requiere de más dedicación y material de desecho para su construcción.
Cada vez más personas están recurriendo a vivir en chabolas o tiendas de campaña, algo que hasta hace poco era un fenómeno que afectaba a personas en situación de exclusión social, que van asociadas a algunas patologías y un largo recorrido por los recursos de inclusión social. Ahora el chabolismo se expande hacia la clase trabajadora, que, pese a contar con ingresos, está sufriendo lo que se conoce como exclusión residencial.
Marga Plaza, coordinadora de la Unidad de Emergencia Social de Creu Roja, departamento que se encarga de atender a los sin techo, advierte que «las personas afectadas por la exclusión residencial es el segmento que más ha crecido últimamente. Los afectados tienen trabajo y la única dificultad que tienen es el acceso a la vivienda, por su encarecimiento o las dificultades para acceder» a unos requerimientos cada vez más exigentes de los propietarios.Mientras Palma sigue batiendo récords de precios de vivienda, la chabolización se reproduce por esporas en los rincones más insospechados del municipio.
«Octubre va a ser el último mes que estemos aquí. Ahorramos para poder pagar el depósito y coger una habitación en Santa María o Inca, donde sea, pero nos vamos», asegura Flor, que se ha cobijado en una tienda de campaña de una conocida multinacional. Un techo ultraeconómico que se vende a 29,90 euros. La acampada deja de ser una actividad recreativa para convertirse en una solución desesperada. «Estoy a la espera de arreglar mi documentación», dice Vladimir, de nacionalidad rusa. «Soy cazatesoros, todo mi dinero y mi pasaporte están retenidos en Alemania. Voy a estar un año viviendo en la calle y cuando arregle todo, buscaré una casa en la Isla. Me han separado de mi familia», explica desesperado. El asentamiento de tiendas de campaña de Nou Llevant ha surgido este verano y hasta hace un mes contaba con menos de doce tiendas, ahora hay una quincena y varios de los miembros que lo conforman aseguran que seguirá aterrizando gente. «Justamente ayer llegaron dos parejas más. Todas trabajan», apunta Flor.
Vecinos de Nou Llevant, por su parte, aseguran que los nuevos residentes del barrio no molestan y suelen verlos pasar a bordo de un coche del que descargan bolsas de compra. «Intentamos incordiar lo menos posible, los que son problemáticos se ponen al fondo», indica. Y es que, el asentamiento está dividido, por el momento en dos, pero poco a poco se van llenado los huecos con más tiendas. A las dificultades que supone vivir en estas condiciones, los residentes en estos habitaculos sufren inseguridad, especialmente las mujeres: «Estuve en el parque Pocoyo cuando violaron a una chica. Eran las nueve de la mañana, había gente jugando con la pelota y la agredieron sexualmente dentro de una tienda de campaña. Nadie se enteró», rememora Flor. La mujer señala que los robos son habituales, como el que padeció ella y que le dejó sin documentación y los ahorros después de echar la temporada en Formentera.
Pese a que tienen trabajo, para algunos de ellos volver a entrar en la rueda de una vida normalizada puede ser más difícil a medida que pasan más tiempo en estos enclaves. «Si no existe prevención, los casos se cronifican en la calle», advierte Plaza, de Creu Roja. «Si se siguen manteniendo los precios de la vivienda, mucha más gente tendrá dificultades para encontrar vivienda. Esto va en crecimiento».
Lo que parece una solución temporal, puede convertirse en una condena perpetua. «Antes vivía en un piso, pero el alquiler es muy caro y me vine aquí», dice Krasimir [nombre ficticio]. De origen búlgaro, vive en un asentamiento chabolista ubicado en el polígono de Son Valentí, junto con tres búlgaros más, un uruguayo y un español. Casi todos tienen trabajo. «Hacemos lo que podemos para reunir dinero», añade Krasimir.
Xavier Torrens, presidente de la Xarxa per la Inclusió social EAPN Balears, señala que «la vivienda es la pieza clave para la inclusión. El perfil de personas que sufren el sinhogarismo se está ampliando y esto pasa hace años en Mallorca pero parecía que no nos afectaba hasta que la onda expansiva a llegado a a colectivos como sanitarios, policías o funcionarios».
Dentro de esta pirámide de los sin hogar, también parece que hay clases. Los más afortunados viven en caravanas, luego están los que residen en tiendas de campaña, chabolas y, por último, dormir al raso. Bajo un puente cualquiera florece una chabola cuyas paredes son frágiles: paneles de madera contrachapada. Unos plásticos intentan proteger los techos de las fuertes lluvias. Como en un cuento infantil que por desgracia se ha vuelto real, el viento, como el lobo, amenaza a las puertas de los más vulnerables: soplaré y soplaré y tu casa derribaré...
El apunte
Los servicios sociales de Cort ofrecen ayuda y asesoramiento
Los servicios sociales del Ajuntament de Palma va a establecer un protocolo con el Consell deMallorca para gestionar el creciente problema de las chabolas. La regidora de Serveis Socials, Lourdes Roca, señaló que «los servicios municipales identifican el perfil de las personas que viven en estos enclaves. Ofrecemos ayudas para alquiler, necesidades básicas y comida». El centro de residencias de acogida temporal cuenta con plazas para estas personas, que también pueden acudir a Avingudes para pedir ayuda.