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PALMA

El lío del Plan General se cobra su primera víctima empresarial

El club de Omar Rubio, en Son Cladera, se halla en un limbo urbanístico ya que el Plan General del 98 no permite uso deportivo

Omar Rubio, delante de su club de boxeo clausurado. | Pere Bota

| Palma |

La caída del Plan de Ordenación Detallada (POD) ya se ha cobrado su primera víctima: el club de boxeo Team Finito, en el barrio de Son Cladera, se encuentra ahora mismo en un limbo urbanístico que le ha abocado al cierre. La semana pasada, el Ajuntament de Palma procedió al precinto de este gimnasio especializado en boxeo después de denegarle la licencia. Había estado dos años y medio abierto, gracias a una declaración responsable, y según el nuevo Plan General, a través del POD, el local en el que se encuentra tenía uso deportivo.

Sin embargo, en octubre del año pasado decayó por lo que esta parte urbanística ha pasado a regirse por el Plan General de 1998. Y ahí no tenían cabida los usos deportivos de este local. Su propietario, Omar Rubio, y su pareja, Macarena Castro, se encuentran en una situación desesperada. «Nos han rechazado la licencia. El POD sí que permitía suelo deportivo, pero al caer éste, ya no está permitido este uso», cuenta Castro. La primera licencia que solicitaron era para gimnasio pero en mayo de 2022 la volvieron a solicitar, en este caso como club deportivo.

«En noviembre de 2022 rechazaron nuestra licencia porque aún no se había aprobado el Plan de Ordenación Detallada (POD). La última notificación que recibimos de Cort fue en junio de 2023. Tras caer el POD, nuestro arquitecto nos advirtió que en Palma se estaba aplicando ahora el Plan General de 1998», señala Moreno. Es decir, su club de boxeo no tenía cabida en este local.

Rubio está destrozado tras el cierre decretado el pasado 17 de abril. «En Son Cladera, que es un barrio de trabajadores, no hay nada. Solo bares. A este club de boxeo venían los niños a desahogarse en lugar de estar en la calle», dice el propietario del negocio ante la valla cerrada y el precinto municipal. «Este local estaba antes rodeado de botellas rotas y nosotros nos dedicábamos a limpiarlo y a cuidar de chicos que estarían en a calle haciendo cosas que no deberían», cuenta Rubio.

Cada mes tiene que hacer frente a unos gastos fijos de 1.700 euros entre alquiler del local, autónomos y suministros. Han devuelto las cuotas a los socios y han tenido que paralizar las clases gratuitas que impartía a jóvenes excluidos, gracias a la colaboración de una asistente social.

«Una de las chicas de nuestro club está en la selección española de boxeo e íbamos a empezar a trabajar con el centro de salud de Son Cladera para trabajar con los jubilados», explica el empresario. Por si no fuera suficiente, su mujer está embarazada y acababan de comprar una casa. Otro local no es la opción: «Todo el mundo lo quiere reconvertir ahora en vivienda». El combate de Rubio aún no ha terminado pero está decidido a plantar cara.

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