Su nacimiento fruto del azar pero, con pandemia de por medio, por fin ha salido a la calle. Ayer se presentó el estudio Posades cartoixanes a la Ciutat de Mallorca. Un estudi interdisciplinari envers el patrimoni arquitectònic, donde gracias a la casualidad, se ha arrojado algo más de luz a estos tesoros palmesanos. Concepció Bauçà, profesora universitaria de Historia del Arte, la doctora en Arqueología Elvira González, el doctor en Historia del Arte José Morata Socias y Rafael Turatti Guerrero, director de la intervención arqueológica, son los autores de este estudio que se presentó ayer en el Col·legi Oficial d'Arquitectes de les Illes Balears (COAIB).
Gracias a la puesta en marcha de las reformas arquitectónicas de dos edificios del Casc Antic, se formaron dos equipos de trabajo impulsados por Jaume Cardell, del departamento de Cultura i Patrimoni del Consell de Mallorca. De esta manera, bajo la coordinación de Bauçà de Mirabó, trabajaron historiadores del arte y arqueólogos para documentar estos edificios que se han transformado en viviendas. En el siglo XV, los cartujos de Valldemossa abrieron una ‘sucursal' en Palma, donde los monjes del convento descansaban y seguían su rumbo a la Península. Además, era un punto de intercambio de mercancías, libros y enseres religiosos.
Bauçà señaló que la primera posada cartujana de Palma «se abrió en 1402 en la costa de Santa Creu, que ahora se va a reformar. Esta posada estaba muy cerca del mar y allí llegaban productos de la Cartuja de Valldemossa o llegaban otros productos». Allí estuvieron los monjes hasta 1623. «Ese año se trasladaron a la calle Sant Esperit, donde estuvieron hasta 1629. Aunque está muy lejos del mar, tiene su lógica: estaba al lado del Banc de s'Oli, donde se pesaba el aceite».
Según Bauçà, «tiene su lógica la elección de este lugar ya que los monjes cartujos de Valldemossa eran grandes productores de aceite y vino». Era una época en la que las calles del centro de Palma acogían un gran mercado al aire libre y cuyas reminiscencias han quedado grabadas en el topónimo del Casc Antic. En 1626 la posada cartujana se muda a la calle Portella, en el números 10 y 12, «aunque en origen fue mucho más grande, porque también contaba con parte de la actual sede del COAIB, incluso en la calle de detrás».
Bauçà dibuja un panorama muy distinto de lo que era el Casc Antic. «Lo que hoy conocemos como los edificios del centro, en aquella época eran inmuebles con grandes huertos. Allí tenían lugar pequeñas producciones agrícolas que se complementaban con las de Valldemossa». Esta posada cartujana se mantiene hasta 1820, cuando llegó la desamortización de Mendizábal. «Un veintena de monjes son exclaustrados, aunque consiguieron volver a la Cartuja de Valldemossa. Pero la posada de Palma la perdieron».
Cada equipo de estudio en las posadas iba haciendo sus estudios en paralelo y allí pudieron encontrar restos, salvo en el edificio del Sant Esperit, del que se no se conserva nada pero se tienen la certeza de que fue también propiedad de los monjes. «Tras la salida de los monjes de estos edificios se mantuvieron casas civiles. La posada de la calle Portella pasó a la familia España y siempre se ha conocido como Can Espanya. En el caso de la Santa Creu, era Can Manent».
Ahora, en ambos edificios está prevista la construcción de viviendas de alto standing. Sus reformas han motivado los estudios arqueológicos que han provocado estos hallazgos. «A pesar del paso del tiempo, queda muchos elementos de los cartujos. En el edificio de la Santa Creu, se conserva una escalera de caracol. En Portella se ha mantenido el jardín, que fue el huerto de los monjes, un torno para subir materiales y una grisalla, una pintura sobre la pared que se atribuye a fray Manuel Bayeu», dice Bauçà.
Se han ido encontrando objetos cotidianos de distintas épocas, «con una vida ligada al campo, con huertos, viñas, tafonas y cellers. Todas estas instalaciones estaban en el centro de Palma», insiste Bauçà. Como curiosidad, Turatti incluso encontró semillas de las plantas de tabaco que luego fumaban los monjes. «Removió la tierra del jardín de Portella y al cabo de un tiempo crecieron plantas de tabaco». El legado de los cartujos sigue vivo.