«Para el año que viene nos buscaremos una casa en Gijón. La Isla es una pasada pero anoche cenamos en la terraza sudando». Alfredo Perucho y su familia, todos venidos desde Madrid, se han escondido del derroche térmico en la exposición Homo Ludens del CaixaForum de Palma. «Venimos del museo Juan March y ahora nos toca aquí. Y porque pusimos aire acondicionado en la casa familiar de veraneo el año pasado, que si no... Aquí terminará haciendo el calor del norte de África», dice Perucho. Con el cielo plomizo y la resaca de una ola de calor histórica, que ha derretido todos los récords, residentes y turistas parecen advertidos y buscan refugio climático en los sitios más inverosímiles. Pronto las guías de viaje tendrán que incluir un nuevo apartado: los lugares más frescos de Ciutat.
Estos refugios climáticos improvisados aparecen en cualquier rincón de Palma, donde se resguardan los peatones y trabajadores sofocados que no tienen piscina en casa ni playa a dos pasos. El Ajuntament de Barcelona habilitó el año pasado 25 refugios climáticos, ya fueran bibliotecas, centros cívicos o escuelas con agua, zonas de descanso a 27 grados y acceso gratuito para los vecinos. En Palma está figura no existe, salvo por la que ha implantado CC OO en su sede de la calle Francesc de Borja Moll. Eva Cerdeiriña, secretaria de Políticas Públicas y Salud Laboral del sindicato, advierte que «el año pasado lo pusimos en marcha y este verano hemos adelantado su apertura por la ola de calor».
En la sede central de la organización sindical se acumulan estos días hasta diez personas al día en busca de auxilio térmico: «Transeúntes que están por la zona, empleados de la construcción, riders, repartidores... Todos vienen a descansar en los salones, tienen acceso al surtidor de agua fría y pueden entrar al baño», dice Cerdeiriña. Con temperaturas de 35 grados y una humedad mínima del 50 por ciento, «al final la sensación térmica es de 38 grados», explica Cerdeiriña, que expresa su preocupación por «los muchos casos de agotamiento por calor que estamos viendo. Sobre todo en los trabajadores del exterior del aeropuerto, pero también hay sanitarios y opositores que se examinan en los colegios. En Extranjería se ha recortado la jornada de ocho y media a once y media de la mañana por problemas con el aire acondicionado».
En CaixaForum hay un nutrido grupo de niños de seis a ocho años, que participan en una actividad de verano. Su monitora, Marta Vega, lo tiene claro: «La semana pasada los llevamos al Parc de la Riera y nos moríamos de calor». En la biblioteca de Can Sales se esconde María Coll, que se está preparando unas oposiciones a secretaria de intervención del Ajuntament de Palma. «Tengo dos niños pequeños que están ahora en la guardería y ahora estoy en la planta infantil para poder estudiar unas horas». Abuelos con niños acuden en masa en busca de libros y frío. El bochorno es tan espeso que los transeúntes se tambalean por las calles. «Estos dos días con el calor tan fuerte se han notado. Vienen aquí, se hidratan y comen algo», cuentan Margarita Riera y Neus Llull, de Forn Fondo.