Una joya arquitectónica de la Edad Media en Mallorca pasa desapercibida en pleno centro de Palma. Repleto de grafitis y sin ornamentos, el Convento de Santa Magdalena se erige olvidado a los ojos del transeúnte. Sin embargo, el complejo, catalogado como Bien Histórico y construido en el siglo XIII, cuenta ahora con un ápice de esperanza: un grupo de organizaciones, expertos y empresas colaboradoras han puesto en marcha un proyecto para su reacondicionamiento. Inmersos ya en la última fase de las labores de restauración, piden colaboración ciudadana para poder terminar la iniciativa y darle, al fin, una nueva vida a este vestigio histórico de Ciutat.
La fundación Forteza-Rey, con el asesoramiento de Arca y del maestro restaurador Pere Terrasa, y varias empresas mallorquinas propusieron el proyecto a las monjas del convento, que recibieron la iniciativa con enorme entusiasmo. Los promotores se comprometieron con la gestión y financiación, con el propósito último de devolver la dignidad y correspondiente importancia a este enclave palmesano.
La primera fase de la restauración ha consistido en recuperar los 16 muros lisos con marco de marés frente a la Misericordia, eliminando las pinturas vandálicas y devolviéndolos a su color original. La tarea no fue fácil y se requirieron materiales muy concretos, debido a la porosidad de las piezas de marés de la parte inferior y los laterales de los muros. Una vez ya sin grafitis, ahora tratan de buscar colaboradores entre la sociedad civil, que estén dispuestos a patrocinar la recuperación del resto de los muros del Convento de Santa Magdalena, aquellos de dan a las Ramblas, también afectados por pinturas vandálicas.
Historia
El Convento de Santa Magdalena está catalogado como Bien Histórico con grupo de protección urbanística «A-1». Según testimonios históricos, en sus inicios era una «casa de arrepentidas», ubicada junto al antiguo Hospital de la Magdalena, fundado en el 1231, después de la conquista de Mallorca por el conde IV de Empuries (1200-1230).
En 1349 se regularizó su situación, adoptando la regla San Pedro, y años después, a finales de siglo, se impuso la regla de San Agustín. Durante el reinado de Pere el Cerimoniós, se protegió simultáneamente a este convento y al de Santa Magdalena de Barcelona. En 1541, llegaron al convento las monjas de Sta. Margalida, reformando sus costumbres. Eso sí, lo que verdaderamente le dio un gran impulso fue el paso de Santa Catalina Tomas entre el 1531y 1574, adoptando en aquella época las normas el concilio de Trento, en lo que se refiere a la clausura.
En el siglo XVIII se reconstruyó buena parte del monasterio, y se levantó la iglesia actual. La iglesia todavía en la actualidad mantiene su actividad religiosa, con la congregación de las Canonesas Regulares Lateranenses de San Agustín. Las religiosas tienen como actividad complementaria una pequeña pastelería que les ayuda en sus gastos generales, y que es muy apreciada por el vecindario.