A partir de la semana que viene se esperan temperaturas superiores a 30 grados, más propias de junio que de abril. El cambio climático no es que esté próximo: es que ya está aquí y además, se está cebando en Mallorca. Los estudios confirman que una de las zonas del mundo donde más se notará la subida de temperaturas es el Mediterráneo y Balears está en el centro de la diana. ¿Qué repercusiones tiene? Un informe de IS Global ya desgrana los primeros efectos: el 12 por ciento de la mortalidad estival de Palma es atribuible a las islas de calor urbanas, mientras que en el resto de las ciudades europeas es apenas del 4 por ciento.
Tamara Iungman es investigadora de IS Global y autora del estudio Enfriamiento de las ciudades mediante infraestructuras verdes: una evaluación del impacto sanitario de las ciudades europeas, publicado el pasado enero en la revista científica The Lancet. Iungman ha investigado los datos de 93 ciudades europeas, ya sea la superficie arbolada, las muertes atribuibles al efecto de la isla de calor, el incremento de las temperaturas, el impacto en la mortalidad del calor y la relación directa con la densidad arbórea.
«Las muertes irán en aumento a medida que se incrementen las temperaturas», advierte Iungman, bióloga y máster en salud pública y ambiental que trabaja en planificación urbana y la salud. «Es un problema que se va a seguir incrementando y será aún más evidente. No hace falta un termómetro para comprobar que ya está sucediendo», advierte. No hay más que echar la vista atrás al pasado verano, en el que el termómetro se quedó anclado en los 40 grados durante semanas. Por desgracia, según los expertos, no es un fenómeno aislado y esta tendencia irá a más.
El incremento de las temperaturas en la ciudad tiene efectos directos, y drásticos, en la salud. De esta manera, en Palma el 11,99 por ciento de las muertes en verano son atribuibles al efecto de la isla de calor, es decir, acumulación de calor por la inmensa mole de hormigón. Se trata de la tercera tasa más alta de Europa, solo por detrás de Barcelona (14,82), Málaga (12,39) y Madrid (12,27). Estas cifras contrastan con la tasa del 7,36 de Viena, Tallín y su 0,29 por ciento o el 3,52 en Berlín.
El informe muestra la relación directa de la mortalidad con la acumulación de árboles en la ciudad. Así, solo el 8 por ciento del suelo urbano está cubierto por árboles, una de las tasas más bajas de Europa, aunque no tanto como la de Sevilla (5,44%) o Atenas (3,26%). Aún así es poco consuelo. En Berlín, con las tasas más bajas de mortalidad, el 33,38 por ciento de su suelo urbano está cubierto por árboles. En Munich la tasa de cobertura verde es del 20,46 por ciento y en Viena, del 15,41 por ciento. Iungman también ha analizado qué ocurriría si el 30 por ciento del suelo urbano se cubriera de árboles. Palma gana aquí por goleada: se podrían reducir 22 muertes por cada 100.000 habitantes, la cifra más alta de Europa, muy por delante del 15,84 de Barcelona, la siguiente en la lista. Además, la apuesta por el árbol supondría una rebaja de hasta un grado en el interior de Palma.
Con un verano que ya asoma la patita a finales de abril, ¿tiene solución? Sí, ya que según el informe de IS Global, las ciudades del sur de Europa, entre las que se incluye Palma, son las que más se beneficiarían de un aumento de la cubierta arbórea. Un ejemplo concreto y que pronto echará a andar será «la calle Cotlliure, que se integra dentro de la estrategia de infraestructura verde del nuevo Plan General de Palma», señala Biel Horrach, director general y cogerente de Urbanisme del Ajuntament de Palma. «Tenemos que pasar de la infraestructura gris a la verde para que cumpla su papel de refugio climático», insiste, que apuesta por «renaturalizar la ciudad para hacerla más habitable y resiliente. Hay que adaptarse al cambio climático y hacerlo desde la propia ciudadanía». Y afirma que «todo el undo tiene derecho a un entorno agradable», lo que supone una cuestión de salud.
El eje cívico de Cotlliutre sería el germen de la red de ejes verdes que el Plan General teje a lo largo de toda la ciudad. «El nuevo Plan General incrementa en más de un 44 por ciento (2.273.168 metros cuadrados) el Sistema General de Espacios Libres de Palma», señala Horrach. De esta manera, «se crea así una red de Espacios Libres Generales de hasta 5.184.643 metros cuadrados, casi duplicando los metros cuadrados de zona verde por residente, pasando de los 5,6 a los 10 metros cuadrados por palmesano», afirma el director general de Urbanisme. El nuevo Plan General prevé pasar de los 7,4 kilómetros de ejes cívicos que estaban previstos en el plan de 1998 a 133,23 kilómetros de conectores verdes urbanos y los 100,10 kilómetros de conectores verdes territoriales. Con una ciudad al rojo vivo, la solución está en apostar por el verde. Con el nuevo Plan General «pasariamos del 8 por ciento al 17,6 de suelo urbano arbolado, es decir que la superficie de arbolado de Palma, está previsto duplicarla con un total de más de 900 hectáreas arboladas en 2040».
El doctor Francisco Fanjul, médico internista del Hospital Universitario de Son Espases y subdirector médico advirtió que «los efectos de las olas de calor han sido muy analizados. Por cada grado de temperatura se produce un aumento de muertes por el calor y esta cifra varía según la cantidad de zonas verdes en la ciudad». Las personas mayores son las más vulnerables al efecto de la isla de calor ya que «se deshidratan más y pierden su capacidad de termorregulación». Fanjul advirtió que dolencias tropicales como el dengue o la ziguatera serán más comunes.