Estuvimos la otra tarde con Lucía Serrano, vecina de la barriada de Camp Redó, quien, el pasado jueves, durante el pleno de Cort, le estuvo enumerando al alcalde, José Hila, todos los defectos e inconvenientes que hay en su barrio y que dificultan la convivencia vecinal, sobre todo en la zona donde está el supermercado, a escasos metros de donde estaba el cuartel de la policía local, hoy reconvertido en vestidor de la citada policía, sin que muchos vecinos sepan exactamente el significado y sentido de dicho vestidor, puesto que la denuncias –dicen– «las hemos de ir a poner a San Fernando».
El problema, según contó al alcalde en dicho pleno, arranca desde que un grupo de residentes de Ca l'Ardiaca, al ser obligados a abandonar el lugar a primeras horas de la mañana, se asientan en esa zona del súper y alrededores, incluyendo el parque de verjas blancas, lo cual hace que la convivencia sea prácticamente imposible, y que cada vez se agrave más.
Algunos de los problemas
«Ante esta situación, el alcalde debe dar una solución inmediata, ya que aquí, la convivencia, cada día que pasa es más insostenible. Y el problema no es otro que los vecinos tenemos que convivir diariamente con personas que vienen del centro de acogida. Personas sin trabajo y sin hogar, y casi ninguna con medios, que sin más se sientan en los bancos ocupados por lo vecinos, la mayoría personas mayores, a fumar porros, a beber cerveza, y a hacer cuanto les conviene. Y lo hacen sin ningún miramiento, igual que hacen sus necesidades entre los coches y los contenedores, y piden dinero en la puerta del súper para comer, y con lo que les sobra, compran cerveza y arman jaleo a través de unos altavoces que tienen por los que suena la música a todo volumen. Y todo eso, cerca de las viviendas y al lado de un parque infantil y de un colegio. ¿Y lo peor de todo…? Pues que la Administración no hace nada y la policía menos aún. Pero… ¿Qué les pueden hacer…? ¿Multarles? ¡Si no tienen dinero! Por eso les dejan hacer lo que quieren. En cambio, si esto lo hicieran personas que no estuvieran en exclusión social, sí vendría la policía, las multaría y las echaría. Porque, ya digo: todo esto ocurre a escasos metros de donde aparcan los coches de la Policía Local que van a no sabemos qué hacer al vestidor y luego a comprar la merienda al supermercado… Y en vez de ver lo que pasa, miran hacia otro lado como si no fuera con ellos la cosa, mientras tanto, los vecinos ¡a aguantar! Por lo cual, muchos vecinos consideramos que es indignante que nadie haga nada, empezando por el alcalde que presume de visitar los barrios, y de preguntar a los vecinos por los problemas que tienen y luego publicarlo en Facebook... ¡Pues por aquí no ha venido nunca! Y ahora que lo sabe… ¡Pues a ver si viene! Sí, porque mucho arreglar el parque y pintar sus bancos para que los niños puedan jugar allí… Pero es que los niños no van al parque porque, o tienen miedo de encontrarse con esta gente, o porque sus padres, por las mismas razones, ¡tampoco quieren ir!».
Y por si fuera poco –añade Lucía– «cada dos o tres días viene una ambulancia, ya que a algunos les da algo que los deja como si estuvieran muertos. Pero tras ser atendidos, se niegan a ir con ellos a un centro hospitalario, quedándose aquí».
Más preguntas al alcalde
Llegados a este punto, Lucía, que habla en nombre de numerosos vecinos, se pregunta: «¿A qué tenemos que esperar? ¿A que ocurra una desgracia? Me refiero a que algunas de estas personas pueden intentar robar a un vecino mayor, quien, durante el forcejeo, puede caerse y lastimarse...».
Pero la vecina, con sus preguntas al alcalde José Hila, va aún más lejos. «¿Qué tenemos que decir a nuestros hijos y nietos cuando ven a diario, en la calle, a gente fumando porros y consumiendo sustancias sin ningún tipo de recato? ¿Qué haría usted, señor alcalde, si eso ocurriera en su calle y lo vieran sus hijos? ¿Dejaría que pasara lo que aquí?».
El Ajuntament, intentando resolver el problema, ha quitado los bancos donde se sentaban los indigentes, con lo cual ha conseguido dos cosas: que los vecinos se queden sin bancos y que los indigentes se sienten a beber y a fumar en el suelo. O que se vayan al parque. Con lo cual sigue el problema.
Para acabar, los vecinos tampoco olvidan a la oposición. «Ellos forman parte del Ajuntament, por tanto, que vengan por aquí, que hablen con nosotros y que denuncien la situación en la que nos encontramos. De lo contrario, ¿para qué sirven?».