Santa Catalina se traspasa y los ánimos se tensan. Más de una decena de bares y restaurantes de la zona aparecen ya en las páginas web dedicadas al traspaso de locales comerciales. A pesar de los datos positivos de la temporada turística, no ha sido un buen verano para los negocios de la zona. El aumento constante de los alquileres y la «campaña de acoso» orquestada por vecinos y Cort, según la asociación de restauradores de la barriada, ha surtido su efecto y está condenando a las ruina a muchos empresarios.
Tomeu Mas, portavoz de los restauradores, denuncia la fiscalización a la que han sido sometidos los negocios de ocio y restauración de Santa Catalina durante estos tres meses de estío, con inspecciones trabajo y controles a cualquier hora. «No hay duda de que van a por nosotros, y con todas las armas posibles. Así no se puede trabajar. Y terminamos pagando justos por pecadores». En este sentido, lamenta que no haya diálogo entre vecinos y restauradores: «No se dan cuenta de la mala imagen que están dando a su barrio en redes sociales y en los medios, y eso les va a terminar pasando factura también», advierte Mas.
Según datos del Ajuntament de Palma, que este verano ha hecho hincapié en la vigilancia de Platja de Palma, Santa Catalina, los polígonos de Ciutat y la zona centro, durante estos tres meses han levantado 408 denuncias en esta barriada, 187 específicas a establecimientos de la zona por diferentes incumplimientos de la normativa. Y como señala Marilén Mayol, portavoz de la asociación vecinal Barri Civic de Santa Catalina, «nosotros no hablamos de acoso, nos remitimos a los hechos y a las cifras de actas interpuestas. Blanco y en botella», recalca Mayol, al tiempo que recuerda que «todos, restauradores y residentes, llevábamos tiempo solicitando patrullas policiales a pie en el barrio en horario nocturno. ¿Por qué se quejan ahora?».
El incremento del alquiler es otro problema que agrava la situación de los empresarios de Santa Catalina. El arrendamiento se ha incrementado entre un 10 y un 15 por ciento en los últimos años, y ahora es imposible localizar un local de 105 metros cuadrados por menos de 2.000 euros al mes. A esto hay que sumarle que no se dan nuevas licencias para bares y restaurante. Tener un establecimiento en este barrio es una mina de oro. «A estos precios le sumas la campaña de publicidad negativa de los vecinos y los controles, y no te sale a cuenta tener un restaurante en Santa Catalina», apostilla el portavoz de los propietarios de bares y restaurantes del barrio.
En este sentido, Tomeu Mas argumenta que pocos empresarios pueden sostener una situación como la que se está viviendo en Santa Catalina. Y no es de extrañar que cada vez haya más empresarios extranjeros que se hacen con los negocios de la zona: «Santa Catalina es muy goloso, un barrio atractivo, por mucho que lo niegue Barri Civic. Pero al final los restauradores mallorquines que queden serán los menos», se lamenta el portavoz.