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Denuncia vecinal: Santa Catalina, meca de las despedidas de soltero y fiestas salvajes en pisos alquilados

Los vecinos denuncian que «la última moda ahora es comprar viviendas a los vecinos que no pueden más como si fuese una inversión

Imágenes compartidas por los vecinos. | Associació de Veïns Barri Civic de Santa Catalina

| | Palma |

Desde la Associació de Veïns Barri Civic de Santa Catalina muestran el agotamiento de los residentes y advierten que durante los fines de semana se ha convertido en un lugar habitual para la celebración de despedidas de soltero y fiestas en pisos alquilados.

El barrio se llena de grupos de personas que celebran despedidas de soltero y van armados de «silbatos y megáfonos». Los vecinos denuncian que «la última moda ahora es comprar viviendas a los vecinos que no pueden más como si fuese una inversión. Luego lo revenden y se alquilan para celebrar fiestas salvajes».

A todo esto se suma la presencia de músicos callejeros que    impide a los residentes escuchar la televisión dentro de sus casas o conciliar el sueño. «No hay un plan de actuación», se quejan. «Exigimos que el alcalde tome medidas. Estamos hartísimos de reuniones improductivas con todo tipo de regidores y policía local. Nunca sacamos nada en claro», señalaron ayer fuentes de la entidad, que lamentan que pese a las llamadas a la policía local para que cese la música y el ruido en la calle y así descansar, «no suelen venir»

A todo esto, advierten que la convivencia entre residentes y empresarios de la restauración se ha vuelto insostenible en las últimas semanas y el pasado domingo varios vecinos recibieron amenazas. «Cuando un vecino les indica que no están cumpliendo la ley van a por él», señalaron fuentes de la entidad. La solución pasa por buscar otro alojamiento durante el fin de semana.

50 familias

Joan es un vecino de la calle Monsenyor Palmer y explica que sufre las severas molestias de dos conocidos locales. «Uno de ellos solo tiene licencia para abrir hasta la medianoche pero sigue abierto de madrugada». El ruido de la música se cuela en su casa y sufren vibraciones, mientras su hija pequeña no puede dormir.

«Han hecho mediciones, supera los niveles permitidos, pero no pasa nada. No quiero ser malpensado...», dijo. Los vecinos venden sus casas a un precio inferior respecto al resto del barrio por la presencia de estos dos locales. «Somos medio centenar de familias afectadas, pero nadie nos hace caso», zanjó.

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