El pasado mes, Carles Oliver recogió el premio Guillem Sagrera de Arquitectura de los Ciutat de Palma junto con Xim Moyà, Antonio Martín y Alfonso Reina. Las viviendas de protección pública impulsadas por el Instituto Balear de la Vivienda (Ibavi) en la calle Salvador Espriu son un ejemplo de la recuperación de la arquitectura tradicional y la lucha contra el cambio climático.
¿Qué supone ganar el Ciutat de Palma de Arquitectura?
— El Guillem Sagrera, quasi res! Recibir un premio con el nombre del arquitecto más relevante de la historia de Mallorca, que construyó la Llotja de Palma, y además felanitxer, hace muchísima ilusión. El premio representa un espaldarazo a la línea de trabajo que estamos desarrollando para dar respuesta a los problemas sociales y ambientales recogidos por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y las directivas europeas.
Este premio reconoce el valor arquitectónico de las VPO.
— Desde el Ibavi estamos trabajando muchísimo para dignificar la imagen colectiva de las VPO, que hoy se llaman VPP (vivienda de protección pública). En suelos propiedad del Ibavi, no cedidos por los ayuntamientos, en ocasiones la directora gerente del Ibavi, Cris Ballester, ha tenido que negociar con alcaldes que no querían VPP en su pueblo porque pensaban que iban a devenir gueto en un edificio marginal. Hace muchos años que en España se trabaja para cambiar la imagen de las VPP.
¿Qué opinión tienen los adjudicatarios de estas viviendas?
— A los pocos días de recibir el Guillem Sagrera, comprobamos que en Salvador Espriu 39 se ha producido una feliz coincidencia entre la opinión académica y los adjudicatarios. Estar presentes el primer día que entraban a ver las casas los posibles inquilinos fue emocionante: ¡les encantaron! No se lo podían creer. Que la arquitectura tradicional es el origen de una nueva arquitectura adaptada a la crisis climática es algo que se puede entender. Gracias a ello han podido apreciar el valor del bien público al que tienen la suerte de acceder.
¿Las VPP premiadas son un modelo para las siguientes?
— La filosofía de máxima eficiencia y confort para reducir la pobreza energética, el uso de materiales locales priorizando aquellos de baja huella de CO2, la inclusión de la perspectiva de género en el diseño, y todo ello con la mayor calidad arquitectónica, se aplica en el nuevo parque que está construyendo el Ibavi. Las empresas de vivienda pública y las escuelas de arquitectura españolas están atentas al trabajo que se desarrolla en Baleares.
¿El encarecimiento de las materias primas incrementa el interés por el producto local?
— Por supuesto. Esta situación es un pequeño ejemplo de lo que está por llegar con las futuras crisis de las energías fósiles, basta ver el actual precio de la gasolina. Y demuestra la importancia de la autosuficiencia que exige Europa para la supervivencia de los territorios de la UE, y que tenemos que implantar con carácter obligatorio en los próximos ocho años para reducir un 40 por ciento las emisiones.
¿Por qué estas VPP luchan contra el cambio climático?
— Hasta ahora el criterio imperante era que cuanto más baratas fueran las viviendas, mayor número se podrían construir. Este criterio simplista no contempla los efectos colaterales, como los problemas sociales que se generan en barrios de VPO guetificados, la rehabilitación energética del parque de vivienda obsoleto, o los múltiples problemas ambientales derivados, entre ellos las elevadas emisiones de CO2. Vivimos la época con mayor cambio legislativo en la construcción y en el Ibavi sabemos cómo dar cumplimiento a esa normativa.