Los centros de acogida de animales de Palma están plagados de gatos. Y no todos ellos precisamente cariñosos. Los felinos salvajes han proliferado desde el confinamiento y la situación en la perrera municipal de Son Reus o en Natura Park es ya de colapso.
Se trata de los llamados «gatos ferales», no acostumbrados al contacto humano y de muy difícil domesticación. Al criarse en el campo, crecen salvajes y suelen responder de manera agresiva ante las personas u otros animales.
Por ello, se les considera como «no adoptables»: se les tacha de «plaga» y se opta por sacrificarlos, como primera opción.
«Cuando vemos a algún gato al que es posible domesticar, intentamos que se le reubique en otro centro, que se le deje en manos de voluntarios veteranos o que lo adopten personas con mucha experiencia con este tipo de animales. Pero es muy difícil. Nos ponen muchas trabas y desgraciadamente, casi todos los gatos ferales que se interceptan acaban muriendo sacrificados», reconoce triste Loretta Falasco, presidenta de la Asociación Peluditos de Son Reus.
Gatos «ferales» y «callejeros»: no es lo mismo
Los gatos callejeros, por contra, se crían entre las calles de la ciudad y no son considerados «ferales». Pueden ser ciertamente desconfiados y un poco ariscos, pero no suponen un peligro.
De hecho, están sumamente vigilados, tanto por las instituciones como por los voluntarios, a través de las denominadas «colonias felinas». Cort registra los grupos de felinos, los castra y se los asigna a voluntarios, que, de forma altruista, se hacen cargo de sus cuidados.
«A parte de la ayuda de la castración del Ajuntament, todos los demás gastos los asumen estos voluntarios, con gran esfuerzo personal. Son personas autorizadas y capaces para cumplir esta labor tan difíci. Su trabajo es indispensable», recalca la responsable de Peluditos de Son Reus.
¿A qué se debe el aumento de gatos callejeros en Palma?
Desde la Asociación achacan este incremento de felinos salvajes al confinamiento: «Al estar confinados, muchos se fijaron en la presencia de gatos alrededor de sus casas y les empezaron a dar de comer. Lo hicieron con la mejor de las intenciones, pero, al no hacerse cargo de ellos ni esterilizarlos, se han reproducido. Han sido los propios vecinos de Palma quienes han causado el problema», comenta Falasco.
Son Reus hace un llamamiento y pide no dar de comer a gatos ferales para tratar de no engrosar la problemática. De ello se ocupan los voluntarios de las colonias felinas.
En el caso de que algún vecino se preste a darles alimento, debe también hacerse responsable de los cuidados del felino, incluyendo su esterilización.
Adopción de gatos
Aunque lo que más preocupa a los animalistas es poner freno al crecimiento exponencial de colonias de gatos ferales, también ponen el acento en la adopción de gatos domésticos.
Los centros municipales rebosan de felinos y animan a la adopción: «Adoptar un gato en Son Reus es un momento. Solo hay que pasar y enamorarse de uno. El único requerimiento es esterilizarlo y lo hacen en el mismo centro y por 30 euros», sentencia Falasco.