«Aquí hay mucha inseguridad. Esta mañana mismo [por ayer martes] ha entrado un señor pidiendo si teníamos cámaras de seguridad mientras gritaba ‘me han puesto un cuchillo en el cuello y voy a llamar a la policía'».
Quien cuenta esto es Carolina Cifuentes, camarera de la cafetería La Parada, junto a la Estación Intermodal y a la plaza de España. La batalla campal del pasado lunes noche es el estallido de una situación que, dicen vecinos, trabajadores y empresarios de la zona, se ha venido larvando desde el final del confinamiento.
Precisamente en la mañana del lunes, día en el que se produjo la batalla campal, robaron dos bicicletas a unos clientes que habían atado a una farola para tomar un café. «Aquí no se puede dejar nada», contó la camarera del establecimiento, que está frente al abandonado Hostal Terminus.
Después del confinamiento
«Se ha puesto la cosa muy fea, por las tardes es muy peligroso. Hay pandillas de marroquíes, latinos e incluso chicas que se te encaran. La juventud no tiene pies ni orden», relató mientras se lamentaba de la escasa presencia de policía en la zona: «Debería haber una patrulla siempre».
Cifuentes dijo que «las camareras ya no podemos estar solas en la cafetería. Incluso nos han robado varias veces el bote de las propinas. Ya te tienes que reír después de esto».
En la propia plaza de España las quejas se suceden en cualquier rincón. El agente de seguridad número 48.707, que prefiere ocultar su nombre, observa desde la sede de Conselleria de Salut, donde trabaja, la transformación de este céntrico enclave. «La plaza está cada vez peor. Hay muchos incidentes, muchas peleas. Mis compañeros que vigilan la Intermodal tienen bastantes problemas», relata.
Y coincide en que «son chicos muy jóvenes. Beben cervezas en los bancos y se pelean. Sustraen productos del Mercadona y del mercado del Olivar y luego los comen aquí. Todo ha ido a peor después del confinamiento».
La plaza de España se ha convertido en un punto de encuentro en el que además confluyen la Estación Intermodal y el parque de las Estaciones. «Aquí mismo en la Conselleria hemos tenido que intervenir por robos de cartera o la aparición de una mochila con 1.200 euros», zanjó el guarda de seguridad.
En un gran establecimiento de la plaza saben lo que son los robos. Es el pan de cada día. Por ese motivo, la dependienta que presta un testimonio se identifica bajo el nombre falso de María. «Nos tienen amenazadas y cuando salimos del trabajo lo hacemos todas juntas», contó.
¿El perfil de los jóvenes que causan más problemas? «Son niños de casas de acogida o chavales a los que todo les da igual. El ambiente es muy malo».
Los establecimientos muestran su hartazgo por las concentraciones de jóvenes que provocan ruido, suciedad y, a veces, peleas. «En la estación hay pandillas que dan miedo», añadió María y se lamentó de la degradación de la plaza. «Tenemos suciedad, baldosas rotas y no hay papeleras. Los clientes se quejan. La verdad es que es una zona dejada».
Jorge Blanco es portero de una de las fincas de la plaza y también coincide en que «hay mucha juventud a los que les gusta la juerga y se juntan en la zona de bares». Antoni Torà, camarero del bar Cristal, añade que «hay mucha suciedad y mucha gente joven. A lo mejor a última hora hay peleas», dice mientras sirve a los clientes de la mañana en una plaza que, de día, está concurrida y animada. Con la puesta de sol la plaza de España asoma su otra cara.