Antonio Abreu de los Santos es dominicano, residente en Mallorca desde hace varias décadas, padre de un joven de 18 años, nacido de una relación con una mallorquina con la que ya no tiene trato; o si lo tiene, es poco.
Ha sido hasta la semana pasada uno de los 80 o 100 ‘ sin techo' que vivían en el parque Pocoyó, y que fueron desalojados por la policía, lo cual les supuso tener que buscarse la vida como han podido, unos mejor que otros, «pues –dice Abreu– no todos estaban en buenas condiciones de salud».
De saxofonista profesional...
Echando la vista atrás, Antonio Abreu recuerda que durante su servicio militar formó parte de la banda de música del ejército dominicano. Trabajó formando parte de grupos musicales en el Riu Bávaro, y posteriormente con Ron Barceló, «que vendía el paquete ron+orquesta, gracias a lo cual teníamos trabajo a diario hasta que llegó la crisis y empezaron a echar gente. Tiempo después nos vinimos a trabajar a Valencia, y luego hicimos giras por la Península. Posteriormente, llegué a Alcúdia, donde no paramos de trabajar durante dos semanas, hasta que nos contrató un empresario italiano con el que hicimos todo el verano».
Se echó una novia mallorquina con la que tuvo un hijo. «Nos vemos de vez en cuando, pero seguramente hoy, si leen el periódico, se enterarán de mi situación, que hasta que llegó el coronavirus no era tan difícil y complicada como es ahora, pues tocaba en bodas, cumpleaños y hoteles. Y ya con la COVID-19, en la calle, porque desde entonces hay poco a dónde ir a trabajar. Por eso vivía en el parque Pocoyó, con otra gente de la calle, algunos enfermos, algunos alcoholizados… Porque los que vivíamos ahí somos personas que con lo que teníamos, o ganábamos, no podíamos pagar una habitación, y con la pandemia, mucho menos todavía. Yo, por ejemplo, tenía una paga del Govern de 420 euros que se me acabó hace tres meses. Con ella, y con lo que ganaba tocando en la calle, mal que bien, me defendía. Pero ahora solo me queda la calle… Y nunca mejor dicho, pues, sin paga, sin habitación y con pocas posibilidades de tocar, en la calle me he quedado. Como los demás que vivían ahí… Que no se por dónde andarán después de que la policía nos echara. Yo, menos mal que tengo gente conocida que me han dejado dormir en su casa, pero es que algunos lo deben de estar pasando muy mal. Porque, ¿sabe? Los albergues están llenos, y no todos quieren ir a un albergue. Así que, ya me dirá a dónde van…».
...a tocar en la calle
Antonio considera que la forma cómo los echaron del parque Pocoyó no es la más correcta. «Nos echaron sin contemplaciones… ¡Ni que fuéramos animales! Menos mal que tenemos dónde comer, ¡que si no…! Yo voy a Tardor y a Zaqueo, ¡que menos mal! Porque gracias a ellos, comemos. Otros no sé a dónde irán, pero se habrán buscado la vida...».
Le preguntamos qué pasaría si los comedores sociales cerraran. «Pues que habría robos a cada minuto. Robos en supermercados, en tiendas, en las casas, en la calle misma. Porque sin dinero para comprar comida, ni nadie que te la de, ¿qué haces?».
Antonio no es un ‘sin papeles', como otros muchos, «pues llevo aquí casi veinte años, trabajando hasta que ha habido trabajo… Y cuando se ha acabado, me he tenido que buscar la vida tocando el saxofón en calles o plazas, ganando entre 10 y 12 euros cada día, lo cual no da para nada. Desde luego no para una habitación y comer… Lo que pasa es que los que estamos en una situación como la mía parece que no importamos a nadie, especialmente a los políticos. Porque basta ver de qué modo nos sacaron de dónde estábamos. Y sin ningún control, sin ver si alguien estaba enfermo… ¡Todos fuera!».
En Gesa cabríamos muchos
Y al decir todos, se refiere a ellos y a ellas, «porque habría unas doce o quince mujeres viviendo ahí… ¿Que si han tenido apoyo de las feministas…? Yo no he visto a ninguna. Los únicos que han estado a nuestro lado han sido Médicos del Mundo y Cruz Roja, y abriéndonos las puertas para que comiéramos, los comedores sociales».
Desde donde nos encontramos se divisa perfectamente el edificio de Gesa. «¿Por qué no lo habilitan y permiten que durmamos allí? Al menos haríamos que ese lugar fuera de provecho, no como ahora, que está sin habitar y encima vigilado. En ese edificio cabríamos un montón de los que ahora estamos viviendo en la calle».
Volviendo a la expulsión de los ‘sin techo' del parque Pocoyó, Antonio Abreu considera que el alcalde tiene derecho «a reclamar este sitio, pero no de la manera cómo lo ha hecho, sin darnos oportunidad de irnos a otro sitio, con techo, donde pudiéramos vivir, sino que lo ha hecho sin más, sin preguntar cómo quedaba nuestra situación… Llegaron, además, muchos policías…». Pues sí... Porque, probablemente a unos perros se los hubieran llevado a otro lugar, cubierto y con comida, prestando ayuda veterinaria a los más débiles y enfermos.