Han sido días sin muchas cosas. Cada quién y cada cuál se habrá fijado en lo suyo. Este viernes se cumplen 90 días desde que se decretó el estado de alarma por la pandemia del coronavirus y basta darse un paseo por cualquiera de los 48 parques de Palma, con un total de 173 áreas de juegos infantiles, para percatarse de que también habrán sido 90 días sin poder subirse a un columpio, deslizarse por un tobogán o adentrarse en un castillo hueco.
El de sa Feixina es uno de los parques con zona de juegos. Allí hay otras alternativas a los columpios. Por ejemplo, intentar trepar a un árbol o quedarse mirando a los patos. Es lo que está haciendo la pequeña Marina y su madre Camila. «Parque, parque», cuenta Marina que le decía estos días su hija para que la sacara de casa. Y añade: «Bueno, los patitos le entretienen pero necesitaría algo más». Entiende que al principio hubiera que ir con cautela a la hora de impedir el acceso a las zonas de juego, pero añade que va siendo hora de retirar los precintos.
En eso coincide también el asturiano residente en Palma Lucas Lugones, que ha sacado a pasear a Pablo, de año y medio. Corretea junto al agua. Su padre dice que no entiende como han abierto los bares pero todavía no es posible subirse a un columpio. Explica que no es fácil llevarlo a la guardería con las nuevas normas. En su caso, un profesor por cada tres niños. Su hijo acude a una privada y afirma que «a la guardería no le salen así los números». En parecida situación está Raúl, vecino de la zona, que tiene a su hijo Ethan en brazos. Se sienta junto al estanque bajo el monumento al crucero Baleares que sigue ahí igual que antes del confinamiento, que no se moverá de ahí con la llegada de la nueva normalidad.
Hay una novela que se publicó poco antes del inicio del estado de alarma –La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes– que incluye una alusión indirecta a ese monumento. Su protagonista, María Castejón, se enteró de niña de que su padre había muerto entre miles de personas que escapaban de Málaga al inicio de la Guerra Civil. Fue durante un bombardeo desde el mar. Uno de los barcos que bombardeaban era el crucero Baleares. Está bien recordarlo si paseas por el parque.
Mayores y gente menuda
Ni el Ajuntament de Palma ni el Govern de la Comunitat Autònoma –que puede modular el ritmo de la desescalada y que permitirá la vuelta de turistas de Alemania a partir del lunes– no han informado todavía de cuando se desprecintarán los columpios, toboganes y castillos de los parques de la ciudad. Hace 90 días que no es posible utilizarlos.
Aguardan esta decisión 45.015 niños y niñas de hasta 9 años de edad. Son datos del Instituto Nacional de Estadística referidos a 2019. La población de Balears en esa franja de edad es de 112.453.
Franca, italiana, pasea por el parque con su marido y nietos. También los mayores esperan el desprecinto. Y no únicamente de las zonas infantiles. También su zona de ejercicios, donde hay bicicletas estáticas, está clausurada. Rafael explica desde el banco donde se ha sentado, que él acostumbraba a hacer ejercicio allí y que lo hacía por recomendación médica. Ahora pasea y se sienta a observar. Lleva una número de la bonoloto en el bolsillo. «Me juego cuatro euritos por semana», dice.
Coinciden los deseos de la gente menuda y la más mayor. Los parques como el de sa Feixina, son un ejemplo. De momento, siempre queda darle de comer a las palomas o pasar el tiempo mirando a los patos. El monumento seguirá ahí cuando todo pase. Como el dinosaurio aquel de Monterroso. O como cualquier tobogán en forma de dinosaurio de algún parque. De momento, seguirá precintado.