Dos quintetos y dos tríos. De las cuatro formaciones, tres eran jóvenes de nuestro entorno, la otra una celebridad mundial. Y todos sonaron con la mejor profesionalidad. Pep Garau Quintet empezó a tocar puntualmente a las nueve de la noche frente a nadie (bueno, éramos tres bajo el escenario y a lo lejos una persona torrando). ¿Desolador? En absoluto, el boicot a los conciertos en el que se aliaron la meteorología y el catastrofismo del PP no influyó en el resultado musical. Un fantástico trompeta, pura agilidad, al frente de un combo con el que imaginamos tiene mucho que ver el Hi-Fly Quintet.
Versatilidad y solvencia para abordar con un toque personal un repertorio variado no ajeno al jazz clásico de bandas, como también abordó después la jovencísima Rita Payés (espectacular trombón) al frente de un grupo con puntos en común. No solo musicales: ambos representan lo mejor de la cantera local. Como contrapunto, la figura cosmopolita y madura de la tercera generación de los Valdés. Aroma cubano cribado en el virtuosismo pianístico del hijo de Chucho y nieto de Bebo, dos referentes mundiales. Chuchito toca de pie o sentado, bailando o como le dicte el cuerpo. Un torbellino, bien secundado por bajo y batería. Como curiosidad, una mujer manejando la batería en un trío que cede todo el liderazgo protagonista al pianista cubano. Un entusiasmo tropical que les obligó a atender al público (entonces ya éramos casi treinta escuchando bajo la llovizna) que reclamaba un bis. A la una y media, con generosa puntualidad, ya estaban tocando JO.SE.TE Trio, otra formación joven como las dos primeras y que igualmente agrupa músicos de aquí, todo un síntoma de calidad efervescente y rigurosa entre nosotros. Cuando acababa este trío, que suena compacto y con personalidad propia, los servicios de limpieza ya habían acabado su trabajo.