El hedonismo venció por goleada a la razón; no cabe duda de que la gente quería fiesta. «No tenemos previsto cambiar nada, creemos que el nivel de lluvia es asumible», afirmaban desde la Obreria de Sant Sebastià. Y decían la verdad. A pesar del mal tiempo, cientos de personas disfrutaron de la Revetla de la Confraria de Sant Sebastià.
A las 12.00 horas, más de un centenar de personas se reunió frente al Bar España, antiguo Can Vinagre. Desde el interior del local se escuchaba a los xeremiers, que dieron paso al Estandard. En formación tortuga, con los paraguas como escudos, los asistentes escucharon el clam y procedieron al tradicional xupinasso de anís del mono. Minutos antes, Mateu, de Can Vinagre, lanzó consumiciones para chupitos desde el balcón al ritmo de Milionària, de Rosalia. Bajo la pantalla de paraguas, las botellas se vaciaban y los vasos se llenaban. Una vez finalizado este primer encuentro, los cofrades se dirigieron a sus respectivas comidas de hermandad.
Tras las copiosas comidas, los fiesteros volvieron a salir a la calle, donde continuaron cargando los depósitos bajo la lluvia. A partir de las 17.30 horas los distintos grupos, acompañados por la banda Los Estupendos Burruños, emprendieron la marcha a la Plaça Llorenç Bisbal.
Allí tuvo lugar el Encontre de Confraries, donde un representante de cada grupo subió al escenario para atar su pañuelo al brazo incorrupto de Sant Sebastià.
Terminado el ritual, con las manos frías y el corazón caliente, los asistentes continuaron bailando y cantando para rendirle tributo a su característico canto: «Avui sa festa és tot lo dia, avui tot Palma cremarà!».