Son malos tiempos para los que buscan un alquiler en Mallorca. Los precios han ido subiendo exponencialmente durante estos últimos años, sobre todo en Palma. Según datos de la Encuesta Anual de Coste Laboral del Instituto Nacional de Estadística, el salario bruto en Balears se situó en 1.599 euros brutos anuales en 2018, mientras que el precio medio del alquiler de una vivienda era de 687 euros al mes según un estudio del Observatorio de Vivienda y Suelo. Esto significa que una persona de Balears con un salario medio deberá destinar el 43 % de su salario a alquilar un piso, más de un 10 % de lo recomendado por expertos, que es del 30 %.
Ante esta situación, muchos ciudadanos que no pueden hacer frente a un alquiler tienen que compartir piso de manera forzosa, en ocasiones con más de una persona. Los colectivos más vulnerables, como pensionistas, trabajadores no cualificados o temporales, o personas con incapacidades laborales, son los que más se ven abocados a esto.
Elena González, pensionista
«Mucha gente no sabe convivir y te sientes invadida en tu casa»
Elena González (nombre ficticio) es uno de los rostros que ponen cara al drama del alquiler. Esta pensionista de 72 años tiene que alquilar una habitación de su piso desde el año 2016, situado en la barriada de El Rafal, para poder hacer frente a la hipoteca. Prefiere no identificarse, ya que no declara estos ingresos, como hace la mayoría de personas que se encuentran en su situación. En este sentido, cuando es preguntada sobre si no teme que se le imponga una multa, González asegura que «si me pillan aceptaré las consecuencias, pero ahora mismo es la única manera que tengo para salir adelante de una manera digna».
La señora explica que entró en la casa en la que vive «en 2002 y en el año 2015, ya jubilada, me di cuenta de que si alquilaba una habitación podía vivir sin padecer tanto. No fue una decisión consciente, sino una prueba».
Cuando su primera inquilina abandonó el piso, «vi que necesitaba de verdad el dinero para, entre otras cosas, pagar la casa». La pensionista abona 400 euros de hipoteca y su pensión es de 655 euros. «No es viable», apunta.
Han sido varios los que han compartido casa con Elena González. Explica que «mucha gente no sabe convivir y te sientes invadida. Es bastante lamentable».
Le quedan menos de tres años para terminar de pagar la hipoteca. Cuando acabe su contrato explica que «ya podré permitirme el vivir sola», algo que desea con todas sus fuerzas.
Juan Antonio Valverde, obrero de la construcción
«Cuando me decían ‘esta es mi casa' sabía que tenía que salir de esa vivienda»
Llegó el 16 de mayo de hace cinco años a la Isla y, desde entonces, ha sido toda una odisea encontrar piso. La lista de los alojamientos que ha tenido Valverde es casi infinita: habitaciones de hotel «cutres» que tenías que compartir con tres personas más, subarriendos, alquileres abusivos, malos compañeros...»
Valverde explica que en todos los subarriendos que ha sufrido «los que me alquilaban ponían condiciones como que yo no podía traer a nadie». También asegura que había una máxima por parte de todos los caseros. «Siempre había algún momento en el que me decían ‘esta es mi casa'. Entendí que en el momento que me decían eso yo tenía que salir de allí».
Al ver que los únicos alquileres que podía permitirse eran los subarrendados, sus amigos le pusieron en contacto con dos chicas en su misma situación, con las que sentó unas bases para la convivencia. «Decidimos ir en igualdad de condiciones en el contrato de alquiler y no lucrarnos con la casa».
Explica que, cuando comenzaron a buscar piso, encontraban verdaderas maravillas por 700 u 800 euros. «Estuvimos en un ático gigante de Pere Garau varios años y pagábamos 950. Después vino el boom de los pisos, la inmobiliaria vio potencial y la propietaria nos dijo que iba a vender, cambió el trato con nosotros».
A la hora de buscar casa, se encontraron con un mercado totalmente diferente: «Te piden que pagues la comunidad y el IBI, el primer año es un precio y después lo suben, te alquilan pisos en malas condiciones, piden dos meses de fianza y tres de aval...»
Actualmente, Valverde vive con sus compañeras en la zona de Santa Pagesa, pagando 1.000 euros al mes.
Miquel Coll, pensionista
«Con lo que me quedará de pensión tendré que compartir piso siempre»
Miquel Coll, de 58 años, lleva menos de un año viviendo de alquiler con un viejo amigo, de 43 años. Lo hace en una casa extraordinariamente pequeña situada en el municipio de Llucmajor, que sólo tiene una habitación. «Uno duerme en la habitación y otro, en el salón». A pesar de que su gran activismo social hace que esté en Palma casi cada día, le sale muchísimo más barato ir y venir a diario en autobús que pagarse un piso en Palma. En Llucmajor paga 300 euros de alquiler a repartir con su compañero de piso.
Coll explica que hace unos años fue víctima de un desahucio, ya que tuvo incapacidad laboral y subsistía con una prestación de 360 euros. «Si a esa pensión le restas los 270 euros de la hipoteca, me quedaba sin nada. No te crees jamás que no podrás pagar eso», explica Coll. Actualmente cobra poco más de 400 euros. «Cuando pierdes la casa que ha sido de tus padres y te ves buscando un alquiler con más de 50 años no puedes evitar tener una sensación de frustración, pero luego hablas con la gente y ves que no eres el único». Miquel Coll asegura que la casa en la que viven ahora es de transición. Cuando se jubile, podrán optar a una vivienda de más calidad, pero hay algo que tiene claro: «Tendré que compartir piso siempre».
Sin identidad
Ha sido más complicado de lo esperado el encontrar testimonios para este reportaje. M. J. es una de las personas que no querían aparecer en imágenes. Explica que «comparto el piso con mi casera desde hace 3 años». Asegura que una persona sola siendo mileurista, como es su caso, no puede hacer frente al alquiler. «Gente como nosotros estamos abocados a compartir casa, aunque lo bueno es que me llevo muy bien con mi casera, nos hacemos compañía, puedo disfrutar del dinero y siempre sabes que hay alguien en casa».
Muchas otras personas contactadas por este diario no quisieron hablar por miedo a que se destape el subarriendo, ilegal en su contrato de alquiler, o tener problemas con su caseros. La gran mayoría no declara estos ingresos ni tiene permiso de los propietarios.